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MEMORIA HISTÓRICA

Libros

Durruti, vida y mito de un rebelde

Durruti, vida y mito de un rebelde La Esfera de los Libros ha reeditado la biografía de Buenaventura Durruti que Abel Paz publicó primero en francés en 1962 y que no pudo ver la luz en castellano hasta 1978. Más de 700 páginas en las que hace una revisión exhaustiva de la vida del dirigente anarquista leonés, su prodigiosa actividad revolucionaria y la leyenda que le rodeó tanto en vida como tras su oscura muerte.

Para escribir sobre Durruti, Paz necesitó más de 20 años de investigación en bibliotecas, hemerotecas y archivos. También pudo entrevistar a compañeros y familiares del militante anarquista. El relato resultante ha sido escrito desde un punto de vista muy diferente al del historiador o el académico. Abel Paz es uno de los muchos nombres bajo los cuales se ocultó Diego Camacho, también militante anarquista, detenido y encarcelado durante la guerra y el franquismo, después exiliado, y que terminó como escritor y propagandista libertario. Sólo la vida del autor, su participación en la primera línea de la historia española desde los años treinta, merece ya de por sí un libro.

Por eso el historiador José Luis Gutiérrez Molina dedica buena parte de su introducción de 'Durruti en la revolución española' a contar las sucesivas 'reencarnaciones' de Diego Camacho, un hijo de jornaleros almerienses que pasó buena parte de su vida en las cárceles y campos de concentración franquistas y nazis, mientras intentaba organizar y reorganizar la CNT por enésima vez. Una vez transformado definitivamente en Abel Paz, su empeño fue colocar a Buenaventura Durruti en el sitio que, a su juicio, le corresponde en la historia de España, lejos de la mitificación pero también de su reducción al bandidaje.

El sufrimiento

"Desde mi más tierna edad, lo primero que vi a mi alrededor fue el sufrimiento, no sólo de nuestra familia sino también la de nuestros vecinos. Por intuición, yo ya era un rebelde. Creo que entonces se decidió mi destino", le confiesa Durruti a su hermana Rosa en una carta. Y, en efecto, Buenaventura, el segundo de ocho hermanos, comenzó su militancia sindical muy pronto, en 1917, en el seno de la UGT, de la que fue expulsado por radical. En 1919 ya pertenecía a la CNT. Después creó Los Justicieros, Crisol, Los Solidarios, Nosotros... todos ellos grupos de autodefensa del proletariado contra la burguesía y el capital.

Según Gutiérrez Molina, "la rebelión de Durruti es la del pueblo español que no acepta el papel de comparsa que se le adjudica". Y la respuesta de las clases dirigentes, también las izquierdistas de la Segunda República, a la conflictividad social siempre fue reducirla a un mero problema de orden público. En su introducción destaca el historiador la incapacidad del "reformismo republicano" para solucionar los graves problemas de España, mientras los anarquistas intentaban seguir adelante con su revolución social.

Con su libro, Abel Paz da un primer paso para contar la Guerra Civil desde un punto de vista diferente, alejado de la propaganda del bando vencedor y de la historiografía oficial posterior a la Transición. Para José Luis Gutiérrez, esta última siempre ha obviado la importancia de los intentos de transformación social llevados a cabo por los anarquistas, sobre todo en Aragón, en lo que él llama la 'Edad de Oro' del anarquismo y Hans Magnus Enzensberger, en su famosa novela sobre Durruti, bautizó como 'el corto verano de la anarquía'.

La muerte del rebelde

Así que Abel Paz explica, con profusión de datos y fuentes, la épica aventura de Durruti en América de 1924 a 1926, o las peripecias de la Columna Durruti, que intentó liberar Zaragoza del control franquista en 1936. Tampoco olvida sus planes para atentar contra el rey Alfonso XIII en París, sus múltiples pasos por prisión, sus problemas dentro de la CNT y finalmente, las sospechas sobre su muerte. Durruti falleció durante un combate en la Ciudad Universitaria de Madrid el 19 de noviembre de 1936, a los 40 años. Recibió una bala y desde ese mismo momento, subraya Abel Paz, "los propios testigos del hecho se enredaron, al relatarlo, en contradicciones, e inmediatamente comenzaron a a circular versiones contradictorias (...) Es evidente que detrás de cada versión se ocultaba el interés político del que la sostiene".

Las conjeturas fueron múltiples: traición (la bala partió de las propias filas anarquistas), persecución estalinista, una bala perdida del enemigo fascista... Lo cierto es que su entierro en Barcelona fue multitudinario, una auténtica manfiestación de dolor popular. De la importancia del mito que se creó en torno a su figura cabe destacar que el libro de Paz ha sido traducido al inglés, portugués, italiano, alemán y japonés, más de 40 años después de su desaparición.

De hecho, ha pervivido más el mito que la utopía ácrata. El anarquismo fue decayendo hasta quedar como un movimiento residual según iba avanzando el siglo XX, pese a que España fue el país en que más cerca estuvo su sueño de hacerse realidad. León Felipe se equivocó al escribir -Abel Paz cierra su libro con la frase-: "La nobleza de la vida de Durruti inspirará en el avenir el nacimiento de una legión de Durruti".

El lucernario. La pasión crítica de Manuel Azaña

El lucernario. La pasión crítica de Manuel Azaña El interés de la figura de Azaña no disminuye con el paso del tiempo ni con los embates de una historiografía polémica empeñada en magnificar algunas de sus indudables carencias y en cargar sobre el político alcalaíno gran parte de las responsabilidades de la hecatombe de 1936.

La publicación en México de sus Obras completas, a partir de 1966, le llevó a la primera fila del memorialismo político español y ayudó decisivamente a la comprensión del ambicioso proceso modernizador acometido por la República. Aquella edición, preparada con todo esmero por Juan Marichal, era incompleta porque una parte importante de los diarios de Azaña había sido robada durante la guerra civil, y terminó entre los papeles del general Franco. Esos diarios robados no se publicarían hasta 1997 y, desde comienzos de esa década de los 90 –que se había iniciado con la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la muerte del ex Presidente de la República–, contamos con la publicación de otros textos –sobre todo epistolarios– que nos van acercando a un conocimiento cada vez más completo de su figura y de su obra. Con ocasión de aquel cincuentenario se publicaron también algunos documentos recuperados a mediados de la década de los 80 que vieron la luz bajo unas condiciones de embargo familiar que provocarían la justa protesta del desaparecido Marichal.

Ahora conocemos mucho mejor las diferentes facetas de la producción intelectual de Azaña y eso ha hecho posible que el primer especialista español en el personaje, el profesor Santos Juliá, añada ahora a sus trabajos de edición una recopilación de veintisiete de los principales discursos del líder republicano, entre 1911 y 1938. Todos los discursos menos tres estaban ya recogidos en sus Obras completas por lo que la novedad del material que ahora se ofrece es muy escasa y el mayor interés del libro reside en la organización cronológica de las más brillantes piezas oratorias de Azaña –con unas breves notas de introducción– y en un corto prólogo de Juliá, sugerente como todos los suyos, en el que reclama para Azaña el honor de ser el orador parlamentario más insigne que ha conocido España, afirmación respaldada por el testimonio de Salvador de Madariaga y Luis de Araquistáin. Ambos admiraron de la perfección de aquella prosa oratoria, que era expresión de una nueva forma de decir en el Parlamento. Una perfección que, como señala también Juliá, no era pura habilidad literaria sino que adquiría toda su grandeza por la radicalidad de las propuestas renovadoras de la tradición democrática española que Azaña desplegó desde comienzos de la década de los 30.

Junto a ese empeño de amplio espectro, la documentación que nos ofrecen Pedro L. Angosto y Julia Puig parece muy limitada porque se trata, tan sólo, de una veintena de cartas de Azaña a su correligionario Carlos Esplá (1895-1971), que se extienden desde mediados de marzo de 1939, cuando Azaña había pasado ya a Francia y acababa de dimitir la presidencia de la República, hasta la primavera del año siguiente, cuando se anunciaron los síntomas de la enfermedad que le llevaría a la muerte en noviembre de aquel mismo año. “Carezco de aliento hasta para vestirme. Dicen que pasará pronto. Bueno.”

Las cartas son algunas de las piezas más valiosas del archivo del republicano alicantino Carlos Esplá que, recuperado por el propio Angosto, se puede consultar ahora en Internet, en esa caja de sorpresas maravillosas que es la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que dirige Emilio La Parra desde la Universidad de Alicante (http://www.cervantesvirtual.com). La incorporación de las bibliotecas de Larra, de Pereda, de Valera o de Pardo Bazán, por seleccionar algunas de las bibliotecas de autor que se incluyen, son una tentación casi irresistible para quienes se interesan por la vida intelectual y política de la España romántica y liberal.

En el volumen de cartas que ahora nos ocupa, cuya transcripción ocupa algo menos de cien páginas apasionantes, está el dolor por el sufrimiento de los amigos, la melancolía por la estupidez humana y, sobre todo, el silencio de Azaña para no alentar el rescoldo del enfrentamiento fratricida: “me guardaría muy bien de ayudar a nada que se pareciese a otra guerra civil entre españoles”.

Los editores han precedido este material de una larga y valiosa introducción sobre la trayectoria de los dos corresponsales hasta que la muerte de Azaña los separa definitivamente. Esplá había marchado poco antes a la Argentina y desde allí pasaría a México, donde continuaría con su tarea de apoyo a los refugiados españoles en colaboración con Indalecio Prieto y José Giral. Esplá puso sus esperanzas en la recuperación de la democracia desde dentro de la España franquista lo que le llevó, en los últimos años de su vida, a establecer contactos con personalidades de la oposición interior como Francisco Bustelo o Enrique Tierno Galván.

Juan Goytisolo, por su parte, prescinde de la dimensión política, y se adentra en la figura literaria que le ha cautivado –“un descubrimiento asombroso”– como consecuencia de lecturas relativamente tardías. La simpatía de Azaña por Valle-Inclán y su clara opción por Valera, en detrimento de Clarín y Galdós, le parecen a Goytisolo referencias significativas para caracterizar al escritor que, lejos de pretender el medro en el turbio mundo literario, optó por la mirada original que cultivaron personajes marginales (y británicos) como George Borrow, al que tradujo Azaña, o el mismo Blanco White, que Goytisolo considera “remoto antecesor” del líder republicano. La pluma de Goytisolo recorre la obra ensayista y novelista de Azaña –con una deliberada omisión del teatro– para reflexionar sobre el fenómeno literario, también en nuestros días, y resaltar la eficacia de una mirada distante y certera guiada por la pasión crítica.

La triple perspectiva que ahora se nos ofrece sobre Azaña no altera, desde luego, la imagen que de él teníamos ni va a conseguir acallar la polémica sobre el personaje que se ha alimentado en los tiempos más recientes. Los años de la aceptación acrítica de todo su legado político han pasado y tal vez haya que reconocer que su jacobismo de algunos momentos pudo acrecentar la tensión política, pero tampoco puede ocultar el profundo compromiso de Azaña en la renovación de la tradición liberal española que reflejan algunos de los textos que ahora comentamos. Discursos, cartas, novelas y ensayos que vienen a sumarse a la recuperación de ese Azaña completo, que aún resulta imprescindible para el conocimiento de un pasado no tan lejano.

Juan Goytisolo
Península, 2004.

«Mi libro es un acto de justicia con las mujeres de Laviana»

«Mi libro es un acto de justicia con las mujeres de Laviana» AIDA FUENTES, SECRETARIA DE IGUALDAD DEL PSOE.

«La Guerra Civil marcó un antes y un después en sus vidas» «Hemos querido recuperar del olvido a muchas personas».


Recuperar la historia de 79 mujeres de la invisibilidad en la que las ha sumido el pasado para rendir homenaje a su labor callada y a su esfuerzo. Este es el objetivo del libro 'Historia de Muyeres', que ha escrito la secretaria de Igualdad de la Mujer del PSOE de Laviana, Aida Fuentes Concheso.

-Esta publicación es el resultado de un prolijo trabajo de campo.

-Así es, recabar la información sobre la vida de 76 mujeres del municipio, entre los años 1870 y 1970, ha supuesto un gran esfuerzo.

-De todas las historias, seguramente que hay alguna que le ha dejado huella.

-Sí. Se trata de la vida de Isabel García. Era una joven que con tan sólo veinte años decidió arrojarse al tren después de los abusos y maltratos que había recibido por parte de los franquistas, que le reclamaban un arma. Igualmente trágica es la historia de su madre, a quien mataron por las vinculaciones de su marido con el PSOE en tiempos de la dictadura. Dejó huérfanos a cinco niños.

-Indagando en el pasado también habrá encontrado ejemplos de mujeres que destacaron por su esfuerzo en el trabajo.

-Es el caso de la historia más antigua que se ha recuperado. Me refiero a la vida de María 'La Carreña', del año 1862. Era una trabajadora incansable que vendía arena y una fumadora empedernida, algo poco habitual en las mujeres de su tiempo.

-¿Qué tienen en común todos estos personajes?

-La mayoría de ellas salen adelante solas, 'tirando' por familias numerosas con pocos recursos. Todas desempeñaron mil oficios para llevar dinero a casa y en ellas la Guerra Civil marco un antes y después en sus vidas.

-¿Qué se persigue con este libro?

-Hemos querido recuperar del olvido a las mujeres de Laviana y dar a conocer sus historias. Ha sido un trabajo orientado a sacar sus vidas del pasado y a poner fin a la invisibilidad de la historia. Para mí era un deuda, un acto de justicia, porque fueron mujeres que abrieron muchos caminos.

-¿Alguna destacó en política?

-En el Condado, en 1930, la primera secretaria de la agrupación socialista fue una mujer, Sara Díaz, que era maestra. Pero también ha habido mujeres empresarias muy activas.

-¿Cómo va la tirada?

-Se han publicado 2.000 ejemplares, que estamos repartiendo entre instituciones y colectivos. Estamos estudiando la posibilidad de sacar una segunda edición y completar estas historias con otras pocas hasta llegar al centenar.

P. Gallego

«Hay lectores cansados de cómo se ha tratado el franquismo en la ficción»

«Hay lectores cansados de cómo se ha tratado el franquismo en la ficción» El autor de 'El vano ayer' ha sido alabado por la crítica por escribir sobre la dictadura de una forma no contemplada hasta ahora, y él dice que es fruto de la distancia.

'El vano ayer' (Seix Barral-Biblioteca Breve), la segunda novela del escritor extremeño Isaac Rosa, ha recibido el beneplácito de los más renombrados críticos, que la han saludado como una original aproximación a la época franquista.

Tampoco ha pasado desapercibida para los lectores. De hecho, la novela se muestra en una lectura inicial como el apasionante juego de construcción de un personaje, un profesor universitario de Madrid sobre el que se cierne la duda de su colaboracionismo con el régimen franquista y cuyos perfiles se confunden con los de un estudiante que la dictadura hizo desaparecer.

Educado en Badajoz, ciudad a la que llegó cuando tan sólo contaba con 3 años, Isaac Rosa Camacho inició y abandonó los estudios de periodismo, ganó algunos premios de relato, hizo incursiones en el ensayo, escribió como free-lance y sacó una primera novela, 'La malamemoria', que fue editada por Los Libros del Oeste en 1999. En ella, un joven investiga el perdido rastro de un pueblo olvidado después de que sus vecinos fueran víctimas de una masacre durante la guerra civil.

En estos días, y de vacaciones, Isaac Rosa ha vuelto a Badajoz con la intención de presentar a familia y amigos a su primera hija de apenas dos meses.

-¿Le ha sorprendido el éxito de la novela, de la que se ha dicho que es una nueva forma de aproximarse al franquismo?¿Sabía que estaba haciendo eso cuando se puso a escribirla?

-Ha tenido buena acogida de crítica, pero también de lectores que me hacen llegar sus opiniones o a través de la editorial. Es cierto que ha tenido muy buena acogida y yo creo que fue por la crítica de Echevarría en Babelia, la más elogiosa de la novela, que titulaba 'una novela necesaria'. Yo cojo eso no en el sentido de mi novela en sí, sino de que hacía falta un tipo de novela -que ha sido la mía, pero podía haber sido otra- que responde a una cierta sensibilidad común que puede haber entre una parte de los lectores; quizá un cierto cansancio de cómo se ha tratado el franquismo en la ficción, de la propia ficción y de cómo se está escribiendo en España. Respecto a si estaba haciendo algo nuevo... pues no lo sé. Sí es cierto que la clave está cuando dicen que es una novela de alguien que no vivió el franquismo: la distancia con la que escribes, la perspectiva que tienes, cómo te enfrentas con ese discurso precisamente porque no lo has vivido... en todo ello está la explicación.

-No puede ser casual que las dos novelas tengan una temática común aunque el tratamiento sea muy diferente. ¿Está preocupado por este asunto en especial y va a seguir con él en el futuro?

-Con esta novela y con 'La malamemoria' ya he dicho lo que tenía que decir. No creo que vuelva sobre el tema, sino que hablaré de otros más contemporáneos. Sí es cierto que las dos están hermanadas por una preocupación común, que puede ser de alguien de mi generación que no ha conocido el franquismo y que sólo ha recibido un discurso creado que cuestiona. A lo mejor 'La malamemoria' era un novela más de juventud, más inmadura y responde a esa curiosidad inicial, a esas primeras preguntas, mientras que en 'El vano ayer' hay otro tipo de reflexiones.

-¿Pensaba que ni los novelistas ni el cine se han enfrentado al franquismo como había que hacerlo?

-Sí hay novelistas que lo han hecho y hay novelas más que interesantes y muy buenas. Pero hay una parte de creadores en general, novelistas, cinematógrafos, series de televisión que han tratado el franquismo y el antifranquismo de una forma bastante insatisfactoria. Yo quería hacer las preguntas de otra forma.

Otras preguntas

-¿Por qué lo hizo construyendo la novela junto con el lector?, eso indica saber muy bien cómo se hace una novela, algo que el público muchas veces ignora.

-Pues es el resultado de mi propia incapacidad para escribir la novela que me planteaba inicialmente. Yo me planteé una novela sobre el franquismo que tocase temas de una forma más o menos ensayística y me di cuenta, mientras escribía, que yo mismo era preso de aquello que criticaba en las novelas, que tenía la insatisfacción de ese discurso construído sobre franquismo y antifranquismo. Cuando ya tenía bastante escrito fue cuando me replantee todo y decidí, con los mismos materiales que estaba utilizando, aprovecharlos de otra forma, de construirlos y reconstruirlos otra vez y de esa forma presentar al lector, de una manera quizá más irónica o con más distancia o más desnuda, los materiales habituales con los que se habla del franquismo y antifranquismo.

-Hay mucho de toda la literatura en el libro. En la noche beoda del profesor Denis aparece Malcom Lowry, también se entrevé al 'Ulises' de Joyce. ¿Qué autores le han formado más?

-En general, un tipo de literatura más exigente con el lector, que huye de ciertas facilidades o concesiones, de tomar al lector como un ser pasivo que simplemente lee y asiente. Ese tipo de literatura exigente puede ir desde Joyce, Faulkner o Virginia Wolf hasta, en España, algunas exigencias que se han señalado en algunas críticas y que, aplicadas a la novela sobre el franquismo, pueden ser ciertas, tipo Juan Goytisolo, Martín Santos, Marsé...

-¿Se inscriben sus obras en ese intento de recuperación de la memoria histórica que está alimentando muchas cosas como la búsqueda de las tumbas anónimas de los asesinados en la guerra civil?

-Antes dije que la novela podía responder a una sensibilidad común en muchos sentidos. No solamente en la literatura sino en otras cuestiones que pueden ser generacionales, de gente más joven que no ha vivido el franquismo y están insatisfechos con el tratamiento que se ha dado a éste. Yo creo que es algo que no ha dejado de estar en el ambiente desde el franquismo; que nos hemos enfrentado a ello de distinta forma porque, en la transición, había cosas a las que no se podía llegar en favor de la reconciliación. Y en los años 80 no se hizo por otras cuestiones. Eso ha estado en el ambiente y el no haberlo resuelto satisfactoriamente es lo que hace que siga vivo y se plantee en el asunto de los enterrados al que hay que dar una solución digna, pero también se plantea en otras.

-¿Ha sido un lector voraz?

-No. He sido un lector tardío y autodidacta en el peor sentido del término, en el sentido de no tener una orientación o una cierta guía. Eso te hace leer de forma desordenada, mal, leer primero lo que tendrías que haber leído después. Yo he sido fruto de un sistema educativo que tampoco te da una formación como lector y tengo muchas carencias de las que todavía no me recupero. Aprovecho los veranos para ponerme al día.

-Ha trabajado como documentalista...

-Sí, como documentalista, como redactor, unas veces en plantilla y otras como free-lance...

-Lo digo porque hay mucho de investigación histórica en la novela. Por su edad no pudo haber estado en las carreras ante los grises en la Ciudad Universitaria, pero parece que hubiera estado.

-Me han dicho que está muy bien plasmada esa ambientación. Pero lo que hay sobre todo es -no para esta novela en sí sino fruto de lecturas anteriores- haber leído en torno a muchos temas que me han interesado y no sólo libros de historia o de ensayo, sino también de memorias y mucha novela sobre la época del franquismo.

-¿Cuándo se dio cuenta de que era escritor? Su primera novela la sacó al mercado una editora de la región y la segunda aparece publicada por Seix Barral, ¿funcionan bien los cazatalentos de las editoriales?

- 'El vano ayer' se ha publicado de la forma tradicional: yo envié la novela certificada y se fijó en ella el director literario de la editorial, Pere Gimferrer. Entonces me llamó para decirme que estaban interesados en publicarlas y todo fue bastante rodado desde el principio. Yo no he tenido nunca una vocación clara de escritor. Respondiendo a alguna necesidad concreta, he escrito algo y me he propuesto publicarlo y ha salido bien y ha tenido premios. Pero yo no soy de esos que escribe constantemente aunque no sea para publicar y con intereses muy claros de lo que ha de hacer en la escritura. Cada libro que he hecho ha respondido a una necesidad.

-¿Le cuesta escribir?

-No es que me cueste, pero tampoco tengo esa facilidad de cierta gente que parece que tiene que escribir todos los días una serie de páginas. Yo puedo pasarme meses y meses sin escribir no porque esté bloqueado, sino porque en esos momentos no necesito escribir y necesito leer.

-¿Cual su estado en este momento?

-De tomar notas. Lo hago entre una novela y otra y se reciben ideas y se desechan otras. Tomo notas para una posible novela que empezaré cuando ya tenga claro la voz desde la que quiero escribir. Y creo que será rápido, una vez que me pongo a escribir soy bastante rápido.

-¿Cual es su relación con Badajoz?. La ciudad sale también en la novela, en la que se citan los hechos de la Plaza de Toros. Se ha criado en Badajoz aunque en las reseñas hable de 'autor sevillano'.

-De Sevilla sólo tengo el nacimiento y me considero autor extremeño. La solapa de un libro es muy pequeña y sólo sale el nacimiento, pero yo, cada vez que me han hecho una entrevista, he recalcado lo de autor extremeño porque yo he vivido aquí desde que tenía tres años hasta que me fui a estudiar a Madrid con 19 años y volvía temporadas. Sigo teniendo aquí la familia, los amigos y me considero más bien de Badajoz.

-¿Qué estudió?

-Periodismo, pero no lo terminé.

-¿Se dio cuenta enseguida de por dónde va el periodismo hoy?

-En parte eso. En parte por la situación personal, esa edad joven en la que pasan otras cosas por la cabeza. Pero llegó un momento en que dejé la carrera, me puse a trabajar y no me replanteé volver a ella. Tampoco me hizo falta para trabajar porque trabajé en cosas relacionadas con el periodismo y no volví sobre ella.

"Los perdedores tienen derecho a contar su historia"

Miguel Marco edita la biografía del ´maqui´ de Azuara Doroteo Ibáñez

"En la guerra civil hubo perdedores, y estos también tienen derecho a contar su historia". Con esta premisa abordó Miguel Marco la redacción de Senderos de lucha. Vida de un guerrillero de Azuara: Doroteo Ibáñez , en el que recupera la memoria de este hombre al que el golpe de estado fascista del 36 transformó "de ciudadano pacífico a guerrero".

La vida de Doroteo Ibáñez fue similar a la de otros compañeros que se alistaron en el maquis "llevados por un idealismo utópico que poco tenía que ver con la realidad", dice Marco, quien asegura no entender "la poca verguenza" de los mandos del PCE en el exilio "que convencían a la gente de que mantener un lucha armada en el interior del país iba a contar con el apoyo del pueblo, cuando la realidad era distinta, pues ese apoyo ya no existía".

Pero lo realmente encomiable de estos guerrilleros era el desapego de sus vidas en defensa de unos ideales políticos que habían sido machacados. Doroteo Ibáñez, cuenta Miguel Marco, era antes de la guerra un jornalero con cierta inquietud cultural, ya que tomaba clases nocturnas. "Se fue politizando con la República, formó parte del primer sindicato de UGT y, en la mili, se acercó al comunismo", explica el autor.

EXILIO Y CLANDESTINIDAD

Durante la contienda, participó en las batallas de Belchite y Teruel y vivió la ruptura del frente de Aragón y Cataluña, aunque fue su participación como brazo represor del Consejo de Aragón el episodio que lo puso en el disparadero de las fuerzas franquistas. En 1939 se exilió en Francia, donde participó también de forma activa en la lucha de la resistencia contra los ocupantes nazis.

Tras la segunda guerra mundial su lucha sigue en España. "Vive en el monte un año y medio y en 1947 se convierte en enlace general con Francia, llegando a atravesar de forma clandestina Aragón 16 veces, desde Javalambre y la Serranía de Cuenca hasta Francia. El llevaba armas, mensajes, propaganda, dinero, era persona de confianza del PCE", explica Marco.

Pero esa fe ciega en el partido acabó jugándole una mala pasada. Por un lado, como ya se ha dicho, porque en España ya nadie osaba enfrentarse a Franco y los maquis habían ido perdiendo el apoyo activo, si bien su vida en el monte sólo podía sobrellevarse gracias a la ayuda que recibían "a escondidas" por parte de la gente. Así, Doroteo, en uno de sus viajes clandestinos, se acerca a su pueblo, Azuara, y ahí le avisan de la realidad. Eso le haría mella, pues dos años después, en 1950, deja la guerrilla y regresa a Francia, donde vuelve a llevarse otra desilusión. "El partido lo abandona y lo traiciona hasta entregarlo a los gendarmes".

Devuelto a España, sufre dos consejos de guerra en Zaragoza, en los que es condenado a 30 años en cada uno; y un tercero en Valencia, en el que es condenado a muerte y ejecutado en 1956. Sin duda, su participación en la represión, le pasa cuentas. "Posiblente participó en muertes, pero en esos momentos dramáticos era matar o morir y nadie podemos decir cómo hubiésemos actuado; Doroteo no era ningún villano, sino que vivió unas circunstancias muy fuertes para cualquiera", concluye Marco.

GARZA AGUERRI
Red de Aragón

La violencia durante la guerra civil, a debate

Caspe fue el lugar elegido por el joven historiador José Luis Ledesma para presentar su nuevo libro Los días de llamas de la revolución , un trabajo de investigación que aborda el tema de la violencia en la retaguardia republicana de Zaragoza durante la Guerra Civil.

El acto, presentado por el nuevo presidente del Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe (CECBAC), Salvador Melguizo, y por la alcaldesa de Caspe, Teresa Francín, tuvo lugar el pasado sábado ante un abarrotado salón de plenos del ayuntamiento de la localidad. El autor afirmó que su objetivo es "contribuir al conocimiento de la contienda civil en una parte de Aragón", concretamente en un tercio de la provincia de Zaragoza. Un espacio que según Ledesma "no es un marco cualquiera" porque fue la zona con una represión más intensa en toda la España republicana, hasta llegar a un porcentaje del 8´7 por mil en cuanto a fusilados y asesinados. El autor asegura que en su libro ofrece "un relato riguroso, que no soslaye la importancia y gravedad del fenómeno, pero depurado de las tergiversaciones y manipulaciones típicas del franquismo".

Ledesma anunció su deseo de continuar trabajando esta parcela de la contienda civil. Espera recabar nuevos testimonios y anécdotas gracias al apoyo de personas voluntarias y, sobre todo, de los historiadores caspolinos

ALFREDO GRAÑENA
El Periódico de Aragón

JUAN PUJOL, EL ESPÍA QUE DERROTÓ A HITLER

JUAN PUJOL, EL ESPÍA QUE DERROTÓ A HITLER Javier Juárez escribe esta apasionante y minuiciosa biografía sobre la vida de uno de los espías más fascinantes pero desconocidos de la Segunda Guerra Mundial: el Gran Garbo. Juan Pujol García, fue hijo de un industrial catalán que peleó al lado de Franco durante la Guerra Civil. Juan Pujol, quien odiaba a los alemanes, pensaba que sólo con la victoria Aliada podía España liberarse de Franco. Ofreció sus servicio a los británicos, pero inicialmente fue rechazado y por tanto optó por ofrecerse como agente a la Abwehr alemana que dirigía el Almirante Canaris. Partió de Madrid en 1941 con dirección a Lisboa portando material escrito, listas de preguntas, dinero y direcciones donde hospedarse. Realizó muchos esfuerzos por comunicarse con la inteligencia británica, pero no lo logró. Mientras tanto, les comunicó a los alemanes que había llegado a Londres y desde Julio de 1941 escribió y envió a la Anwehr, informes acerca de asuntos navales británicos. Pujol se valió de un mapa de Inglaterra, un diccionario de términos militares, la Guía Azul de navegación marítima y una publicación portuguesa llamada Flota Británica. En 1942 Garbo aún estaba en Lisboa, pero finalmente entró en contacto con oficiales de inteligencia del MI5 y se ofreció como agente doble. Después de vencer la resistencia del Servicio de Inteligencia MI6 y luego de definir bajo ordenes de quién estaría, finalmente llegaron a un acuerdo y se trasladó a Londres en abril de 1942, donde permaneció hasta el fin de la guerra. Su esposa e hijo se reunieron con él en la capital inglesa. Garbo estuvo bajo el mando del Comité XX, que confundiéndolo con los números romanos, ha sido muchas veces llamado erróneamente Comité 20. Pujol recibió el nombre en clave Bovril, pero fue cambiado a Garbo por sus superiores, que lo consideraban "el mejor actor del mundo", y por tanto digno de compararse con la estrella de cine Greta Garbo. El nombre en clave de Pujol para la Abwehr era Rufus. Una vez en Londres estableció la red ficticia de agentes para continuar engañando a los alemanes. Le dijo a la Abwehr que tenía 14 agentes y 11 contactos muy importantes. También "se asignó" un lugarteniente, un operador de radio suplente y varios ayudantes en toda Gran Bretaña. Entre los agentes, Garbo inventó un piloto alcohólico de la RAF y un lingüista del servicio de inteligencia que odiaba a los comunistas. Uno de los agentes imaginarios de Garbo se llamó "Wren" como se les llamaba a los miembros de la WRNS (Women's Royal Naval Service). Garbo le informó a la Abwehr que Wren había sido enviada al Cuartel General del Teatro de Guerra del Sureste Asiático en Ceilán desde donde ella le enviaría los informes para ser transmitidos a la Abwehr. Los alemanes a su vez pasarían esa información a las embajada japonesa en Berlín, que a su vez la retransmitiría a Tokio. Los alemanes estaban impresionados con los informes de Garbo. Los informes de Garbo llegaban a la Abwehr por correo, haciendo un periplo de Londres a Portugal, gracias a "la colaboración de un piloto de KLM, quien los enviaba a Berlín por correo desde Lisboa." Un informe que impresionó a los alemanes fue el que contenía los detalles sobre el desembarco anglo-americano en África, pero que manifestaron que "desafortunadamente, llegó demasiado tarde, por culpa del correo." La Abwehr decidió utilizar equipos de radio para las futuras comunicaciones. Las actividades de Garbo forzaron a los alemanes a revelar varios de sus verdaderos agentes en la inteligencia británica y en pago por sus servicios, los alemanes le enviaron 340 mil dólares para los gastos que la red de Garbo generaba. El español logró convencer a su superior en la Abwehr, Karl Kuehlanthal, que disponía de información de primera mano sobre los desplazamientos de las fuerzas británicas y norteamericanas, hasta el punto de ser condecorado con la Cruz de Hierro. La principal operación, según el informe del MI5 fue el engaño sobre el Desembarco en Normandía. Convenció a los alemanes de que las fuerzas aliadas disponían de 77 divisiones y de 19 brigadas en la costa sur de Inglaterra, es decir, un 50% más que la realidad. Para dar credibilidad a la idea de un desembarco en el norte de Francia, los británicos hicieron flotar frente a las costas de Dover barcos de aglomerado, construyeron puertos de cartón-piedra y tanques de caucho. La estrategia alemana estuvo basada en el desembarco en el Paso de Calais, puesto que Garbo les convenció que el desplazamiento de tropas en Normandía era sólo una operación de distracción. El Ejército de Patton, que sólo existía en el papel, pensaba que desembarcaría en Calais. Después de Normandía y a pesar de todo, los alemanes siguieron confiando en los informes de Garbo. Uno de los informes que envió, daba cuenta de un enorme depósito de armas en el sur de Londres que se intercomunicaba con un tren subterráneo. Después de la guerra, Pujol vivió con nombre ficticio en Venezuela por 40 años. Con Nigel West escribió un libro titulado El Espía del Siglo donde relata todas las peripecias de su vida como espía.

Las mentiras de la historia

Las mentiras de la historia Destruir mitos se ha convertido en una de las obsesiones de la paranoica sociedad contemporánea, empeñada en transformar historia y actualidad en una suerte de conspiración universal. 'Desmontando la historia' (Volter) sirve a ese fin a la perfección. Sus autores, Ed Rayner y Ron Stapley, dos profesores británicos de Historia Contemporánea, intentan desenmascarar a granujas disfrazados de héroes, zanjar controversias de siglos y aclarar las tergiversaciones históricas más persistentes en la memoria colectiva.

Fieles a su origen, su trabajo desmitificador se centra sobre todo en capítulos de la historia de Gran Bretaña y Estados Unidos, además de dedicar especial atención a la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y Stalin. En otros episodios al lector extranjero le parecerá que pecan de anglocentrismo, al dedicar capítulos a personajes del calibre del sheriff Wyatt Earp -que ni fue sheriff, ni un justiciero, ni sabía manejar el revólver-, al sitio del Álamo -ponen en duda la heroicidad de David Crockett y los suyos frente al ejército mexicano- o al general Custer. En los tres casos, Rayner y Stapley derriban de un plumazo la imagen que Hollywood se ha esforzado por dar de las leyendas de la corta historia estadounidense.

Tampoco falta el capítulo dedicado a la conspiración del siglo XX por antonomasia: el asesinato del presidente John F. Kennedy. Pero el lector no debe esperar grandes revelaciones en éste y otros misterios. Los autores no han intentado aportar teorías nuevas o extravagantes para descubrir la verdad oculta. No han hurgado en los archivos de la historia ni aprovechado la desclasificación de informaciones reservadas. Por el contrario, se atienen a las interpretaciones más lógicas de los acontecimientos. "La mejor teoría es la que explica los hechos de la manera más sencilla y completa con los datos de que se dispone en el momento", argumentan los autores en el prólogo del libro.


Wyatt Earp.
Tal es así que, a veces, dejan las cosas en la misma nebulosa histórica en que se encontraban. Así ocurre con el ataque de Pearl Harbor. Ponen en duda la versión oficial sobre el 'traicionero' ataque japonés, pero tampoco conceden credibilidad a la teoría conspiratoria de que Roosevelt se dejó bombardear para entrar en la guerra. Y abandonan al lector salivando por un poco más de intriga.

El 'Maine', Guernica, la Guerra Civil

España sólo aparece en tres ocasiones en el libro. La primera, para dar crédito a la versión española del hundimiento del 'Maine', que sirvió de excusa a Estados Unidos para declarar la guerra al Gobierno de Madrid el 25 de abril de 1898. En efecto, tal como enseñan los libros de historia que estudian los niños españoles y en contra de las múltiples informaciones publicadas entonces por los periódicos de EEUU ('Remember the Maine!'), el barco fue volado antes por insurgentes cubanos que por soldados nacionales. Pero tampoco se descarta la posibilidad de una explosión accidental, provocada por el mal estado de la munición que se almacenaba en el buque, o por la mezcla casual de oxígeno y polvo de carbón.


Mijaíl Gorbachov.
También confirma el libro que el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil española fue obra de la aviación alemana e inspirada por el bando nacional, pese a los múltiples intentos franquistas de negar su responsabilidad, durante y después de la contienda. Finalmente, Rayner y Stapley niegan que la Guerra Civil española sirviera de ensayo general de la Segunda Gran Guerra a las potencias mundiales. Aseguran que la participación de Italia y Alemania, de un lado, y Francia, Reino Unido, Unión Soviética y Estados Unidos, de otro, fue más bien limitada. Ni estaban especialmente interesados ni su aportación bélica fue significativa. Y las brigadas internacionales no llegaron a enviar los 80.000 hombres de que se ha hablado. Probablemente, dicen, fueron sólo 35.000.

Entre los mitos modernos, los autores se detienen en Ronald Reagan (¿hasta qué punto fue merecida su reputación?), Mijaíl Gorbachov (¿causó el hundimiento del comunismo y de la Unión Soviética?) y Margaret Thatcher (¿la esperanza blanca del conservadurismo británico?). Entre los hechos más actuales, no alcanzan más allá de la Guerra de las Malvinas (¿hizo bien Gran Bretaña?) y la Guerra de las Galaxias (¿acabó con la Guerra Fría?).

Un pastel de carne

Más sabrosas resultan al profano las anécdotas de la historia, pequeñas mentiras que han perdurado durante siglos en el imaginario colectivo. Por ejemplo, la Marcha de las Mujeres, que sacó del palacio de Versalles a la familia real francesa en 1789, estaba integrada por un puñado de hombres disfrazados. Y el primer ministro británico conocido como Pitt 'El Joven' no dijo en el lecho de muerte "mi patria, cómo voy a dejar mi patria", el 23 de enero de 1806. Su frase fue, por el contrario, mucho más prosaica: "Ahora me comería ese pastel de carne de cerdo de Bellamy".

Rayner y Stapley también echan por tierra el legendario final del almirante Nelson, quien antes de morir se dice que susurró a su capitán: "Kismet [destino, del persa qismat], Hardy". Nada más lejos de la intención del héroe británico, porque sus deseos eran otros: 'Kiss me [bésame], Hardy'...