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MEMORIA HISTÓRICA

Libros

LA DESTRUCCIÓN DE GUERNICA

LA DESTRUCCIÓN DE GUERNICA El libro consta de una presentación de Fierre Vilar, un prefacio del autor, una nota preliminar histórica y tres capítulos: El suceso, la controversia y las conclusiones. Siguiendo su costumbre, Southworth dedica mucho más espacio a la controversia (296 páginas) que al conjunto de acontecimientos y conclusiones (112 y 92 páginas, respectivamente). Termina el libro con una extensa bibliografía (13 páginas) y un índice patronímico (14 páginas).

En el prefacio el autor nos indica que este libro nació como parte de una revisión de su anterior obra, "El mito de la cruzada de Franco", que comenzó en 1967. Añade Southworth que inicialmente se centró sobre las preguntas ¿cómo fue destruida Guernica? ¿Por quién fue destruida?, y más adelante decidió plantearse una tercera interrogante. ¿Por qué fue destruida? Si hacemos caso al autor, sólo mientras respondía a estas cuestiones se dio cuenta de que debía hacer un esfuerzo adicional para explicar la controversia que sucedió a la catástrofe y ahondar en los orígenes, características y asombrosa duración de esta polémica, en especial el diferente tratamiento que tuvo la noticia en Francia y los países anglosajones.

En la nota preliminar, Scuthworth presenta un breve estudio geográfico-histórico de las provincias vascas desde 1930 a 1937, con unas breves alusiones a las guerras carlistas del siglo XIX y sus consecuencias político-económicas. Termina con un breve párrafo sobre la villa de Guernica, su posición geográfica, valor económico y significado regional.

Southworth divide el primer capítulo en cuatro apartados, en los que estudia sucesivamente las noticias procedentes de Bilbao, la respuesta de Salamanca, las condiciones de trabajo de la prensa extranjera en la zona nacionalista y las noticias enviadas desde Vitoria.

En el primer apartado, Southworth analiza los informes de los corresponsales británicos Steer, Holme y Monks y del belga Corman, que representaban a "The Times", "Renter", "Daily Express" y "Ce Soir", respectivamente. Holme y Monks habían sido expulsados de la zona nacional, y de creer a Peter Kemp igual habría sucedido con George Steer, aunque Southworth pone en duda esta afirmación; en cuanto a Corman, había estado en Asturias cuando la revolución de Octubre de 1934 y en 1936 hizo acto de presencia en los frentes de Aragón y Madrid y en abril de 1937 estaba terminando su libro "Salud, camarada".

Ninguno de los cuatro estuvo en Guernica durante el bombardeo. Tuvieron conocimiento de la noticia en Bilbao, a la hora de la cena del 26 de abril de 1937, y en seguida recorrieron tan pronto como les fue posible los 30 kilómetros que median entre ambas villas vizcaínas. Monks, Corman y Holme enviaron sus telegramas desde Bilbao a tiempo para que pudieran ser incluidos en los diarios británicos de la tarde del 27. El que tuvo más éxito inicial fue Holme, ya que su telegrama a la agencia Reuter sirvió de base a los textos que publicaron dicha tarde los diarios "News Chronicle", "Evening News" y "Evening Standard". Un cuarto diario de la tarde publicó la noticia, "The Star", pero su relato no se ajusta al texto de Reuter y en él se dice que su corresponsal estaba en Guernica a las cinco de la tarde y que presenció el bombardeo. Southworth escribe que no ha podido identificar a este corresponsal y que Holme le ha asegurado recientemente que no recuerda a ningún corresponsal de "The Star" en aquellos días, pero a Jesús Salas no le ha resultado trabajoso localizar al autor de dicho relato y comprobar que también llegó a Guernica cuando los aviones ya habían vuelto a sus bases.

Southworth ilustra a continuación al lector de que en la mañana del 28 de abril "The Times" publicó la versión de Steer, "Daily Express", la de Noel Monks, y el telegrama de Reuter fue reproducido por "The Glasgow Herald", "Manchester Guardian" y "Daily Herald". "Daily Post", "Daily Mail" y "Daily Telegraph", y el comunista "Daily Worker" también dieron noticias del bombardeo.

De la prensa de habla francesa sólo el comunista "Ce Soir" publicó la noticia en la tarde del 27. En la mañana del 28 dos diarios franceses ("L'Humanité" y "L'0euvre") y uno argentino ("La Nación") reprodujeron un telegrama de la agencia Havas procedente de Bilbao. Otros tres diarios franceses recibieron la noticia de la agencia progubernamental española Espagne y dos más utilizaron las publicaciones británicas como fuente de información.

La prensa norteamericana se benefició de las cinco horas de retraso horario y así el "Chicago Daily Tribune" pudo incluir en su última edición de la mañana del 27 una noticia urgente acerca del bombardeo de Guernica. Todos los diarios de la tarde tuvieron a su disposición los resúmenes de las tres agencias norteamericanas "Associated Press", "United Press" y "Universal News Service".

El 28 la noticia se extendió por todo el mundo.

En cuanto a las informaciones de origen vasco, Southworth sólo alude a las dos declaraciones del Presidente Aguirre (la primera a mediodía del 27 y la segunda dos días después), a la actividad posterior del canónigo Alberto Onaindía ("Padre Olaso") en París y a la emisión de radio del 4 de mayo, en la que intervinieron el ministro vasco de Justicia, Leizaola, y algunas personalidades guerniquesas. Ni rastro de las noticias de la prensa de Bilbao.

El primer mentís provino de Radio Requeté, a las nueve de la noche del 27, que se refirió a las declaraciones de Aguirre por Radio Bilbao y achacó el incendio de la villa a sus seguidores. Radio Salamanca añadió esta misma noche que los aviones nacionales no habían podido despegar en todo el día a causa del mal tiempo. Queipo de Llano insistió en el mismo tema y, según Southworth, aludió el siri-miri (sic), viento (sic) característico de la región. El autor cree que no fueron Vicente Gay ni Manuel Arias Paz los que prepararon el comunicado de Radio Salamanca, sino Luis Bolín, y que esta misma persona escribió el artículo "El incendio de Guernica", que apareció en la prensa nacional el 30 de abril, al día siguiente de la ocupación de la villa por las brigadas navarras. El 2 de mayo la censura de Salamanca aprobó un comunicado de la agencia Reuter que publicaron el "Morning Post" del mismo día y "The Times" del 4 de mayo, en el que se aceptaba como posible "que algunas bombas hayan alcanzado Guernica en los días en que nuestros aviones operaban contra objetivos militares importantes". Termina Southworth este segundo apartado del capítulo primero con unas reiterativas e innecesarias demostraciones de que la Aviación Nacional sí que voló el 26 de abril de 1937, pues este hecho ha sido afirmado por todos los tratadistas españoles serios desde 1969 y nunca había sido negado con anterioridad (Radio Salamanca aseguró que la Aviación Nacional no voló el 27, pero no dijo nada de la jornada anterior).

En el apartado tercero del capítulo primero, Southworth trata de patetizar al máximo la situación de los corresponsales progubernamentales en zona nacional y nos presenta a Luis Bolín como una fiera desenjaulada en busca de presa. No se plantea el tema de qué hubiera sucedido a corresponsales pronacionales de habérseles ocurrido tratar de enviar desde zona gubernamental reportajes ajustados a sus ideas.

El apartado cuarto del primer capítulo estudia las noticias procedentes de Vitoria después de las visitas a las minas de Guernica de los corresponsales italianos, alemanes, anglosajones y franceses (días 29 de abril y 1 y 3 de mayo). Dedica una decena de páginas al suceso Berniard. Después estudia los despachos de Botto (agencia Havas), Mévil, Massot, Holburn y Corney.

Southworth divide el capítulo segundo en controversia durante la guerra civil (polémica pública en los países anglosajones y en Francia y secreta en los papeles diplomáticos) y controversia entre 1939 y 1974. El exhaustivo comentario a la controversia durante la guerra aporta pocos datos nuevos a los planteamientos iniciales, por lo que, a efectos de esclarecer la verdad, carece de interés aunque sirve para que Southworth nos abrume con su poco útil erudición. Como excepción, debemos destacar el valor documental de un libro publicado en Londres en 1938, "Guernica: The Official Report", versión inglesa del informe de la Comisión oficial nacionalista del año anterior, que no llegó a editarse en España.

En el apartado segundo del capítulo segundo, Southworth, al estudiar los libros de la posguerra, se muestra escéptico ante un párrafo del libro de Belforte en el que se alude a que los bombarderos italianos de Soria atacaron a pesar de que este dato fue reproducido en la segunda edición del libro de Guido Maffioti. En cuanto a los frentes alemanes, cita Southworth una hipotética conversación de Goering con los americanos Sander y Joseph Maier en la prisión de Nüremberg, que el autor cree existieron realmente, aunque reconoce que nadie los ha visto desde 1949. Se apoya luego en la conferencia del arquitecto de Regiones Devastadas Gonzalo de Cárdenas Rodríguez, dada en Madrid el 3 de julio de 1940, para asegurar que 271 casas de Guernica quedaron totalmente destruidas (el 65 por 100 de todas las arrasadas en Vizcaya, que fueron 401).

El primer testimonio importante de la posguerra que aduce Southworth es el de Adolf Galland en 1953, quien reconoció que a su llegada a Vitoria, en mayo de 1937, la moral de la Legión Cóndor era baja como consecuencia del fracaso de Guernica, ya que en vez de destruir un puente que los republicanos usaban para el transporte de sus tropas y evitar daños en lo posible a la población civil, que era la orden recibida, los resultados del ataque fueron los contrarios. Por ello, añadía Galland, nadie hablaba de buen grado sobre Guernica.

Dos años después se publicó en España el libro de Galland, con algunos cortes en el texto, pero manteniendo el reconocimiento del bombardeo alemán. Simultáneamente, Monks editó sus memorias y mantuvo su relato de 1937.

Hugh Thomas, en su conocida síntesis de 1961, expuso la teoría de que la Legión Cóndor, amparada en las instrucciones de Mola del 31 de mayo de 1937, bombardeó la villa deliberadamente, con idea de destruirla, para comprobar los efectos de un ataque devastador. Este mismo año entró en escena el concienzudo historiador alemán Manfred Merkes, que admite el bombardeo alemán basado en las obras de Beumelburg y Galland; su obra tuvo poca difusión fuera de Alemania. Aznar admitió el bombardeo en la segunda edición de su "Historia", aparecida este mismo año.

En 1962 el americano Robert Payne aportó interesantes extractos de las memorias inéditas del sargento vasco Aristarco Yoldi. Al año siguiente salen a la venta en España las traducciones de las obras del francés Georges Roux y del inglés Cleugh, que admiten el bombardeo, aunque el primero lo achaca a una escuadrilla alemana y el segundo a la aviación de Mola. La traducción española de la biografía de Franco escrita por Claude Martin, que vio la luz en 1965 incluye una nota a pie de página que no tenía el original francés, en la que se dice que el bombardeo produjo numerosas víctimas.

El mismo año 1965, el norteamericano Gabriel Jackson aceptó la versión de Steer en su forma más exagerada y dio por seguro que los puntos esenciales de esta versión habían sido confirmados por muchos oficiales alemanes durante el proceso de Nüremberg, aunque es bien sabido que en dicho proceso no se trató del tema Guernica.

El primer español que se hizo eco de las versiones extranjeras fue Carlos Rojas, que dedicó a Guernica el noveno capítulo de su novela "Diálogo para otra España", publicado en 1966, siguiendo las tesis progubernamentales de Steer y Holme y las más independientes de Hugh Thomas y Cleugh. Este mismo año aparece la traducción española del libro del germano Dahms, que acepta la culpabilidad alemana incluso sobre hechos que no llevaron a cabo, da muchos datos inexactos y admite una cifra de muertos en Guernica, que ya no era sustentada por Hugh Thomas en la segunda edición de su famoso libro.

En 1967 ni Crozier, en su biografía de Franco, ni Luis Bolín, en sus memorias, aportaron menos datos de interés. Elena de Souchère, en su artículo en "Fígaro Littéraire", presenta un nuevo testimonio, el de Ángel Ojanguren y Celaya, empleado vasco del Consulado británico en Bilbao, que acompañó al cónsul Ralph Stevenson en su visita a Guernica el 27 de abril de 1937. Hills, otro biógrafo de Franco, aceptó no sólo la destrucción de la villa por la Legión Cóndor, como acto voluntario e independiente de las autoridades españolas, sino también la cifra de muertos que admitió Hugh Thomas en la primera edición de "The Spanish Civil War"; expuso por primera vez que Franco había tenido una tempestuosa entrevista con Von Funck, con motivo de esta extralimitación de los aviadores alemanes. La "Crónica de la guerra de España" dedicó su cuaderno 62 al tema de Guernica, que trató en su habitual método de presentación de textos de tesis encontradas.

Bernardo Gil Mugarza es el primer español que rechaza la teoría de que las tropas en retirada colaboraran en la destrucción de Guernica ("España en llamas", 1968), y el primero que reproduce extractos del posterior libro de Vicente Talón.

En 1969 Merkes publicó una segunda edición de su obra "Die deutsche Politik gegenüber dem Spanischen Bürgerkrieg", tan ampliada, que casi puede considerarse como una obra nueva. En ella publicó testimonios adicionales del bombardeo, los de Von Richthofen, Jaenecke, Meise y von Beust, que no aclaran suficientemente los hechos, pues los pocos detalles concretos suministrados no son concordantes. Este magnífico libro no tuvo la difusión que merecía. En España no lo citan V. Talón, Martínez Bande, Ricardo de la Cierva, ni Ramón Salas; Jesús Salas sólo lo hace en su segundo libro ("Intervención extranjera en la guerra de España"), que se puso a la venta en 1974. En el extranjero, Gabriel Jackson aún no lo conocía en 1975, según pudo comprobar el critico personalmente.

A partir de este año 1969, Southworth abandona el orden cronológico, sin justificar convincentemente el cambio de método. Resalta con exceso unas declaraciones y cartas de Ricardo de la Cierva a los diarios "Arriba" y "El Pensamiento Navarro" y a la revista "Historia y Vida" y comenta prioritariamente los libros de Jaime del Burgo ("Conspiración y Guerra Civil") y Martínez Bande ("Vizcaya"), cuyas referencias a Guernica son marginales y deja en segundo plano el libro específico de Talón "Arde Guernica" que, a pesar de sus errores, representó, sin duda, la mayor contribución al esclarecimiento de lo que realmente había ocurrido el 26 de abril de 1937.

Continúa luego Southworth comentando otros cuantos textos sin interés histórico alguno, pero no incluye en su libro los últimos descubrimientos de los hermanos Ramón y Jesús Salas, que aclaran lo fundamental de los hechos acontecidos, aunque aún dejen algunos puntos oscuros.

El tercer capítulo del libro comentado está dividido en cuatro apartados, el primero de los cuales se dedica a enjuiciar las actuaciones de Steer y Holburn y a ensañarse con Botto y la agencia Havas.

En el segundo apartado del capítulo, dedica 22 páginas al tema de los muertos causados por el bombardeo, sobre cuyo número no se define, zanjando la incertidumbre con la asombrosa conclusión de que los nacionales no han probado que fuera reducido.

El tercer apartado tiene por finalidad, según Southworth, aclarar cómo y por qué fue destruida Guernica. En realidad no hace sino repetir las divagaciones anteriores, con la excepción de añadir unas citas al libro de Jesús Salas "La guerra de España desde el aire" (dando a entender que este libro es posterior a los de Talón, Martínez Bande y La Cierva, aunque debiera saber que se terminó de escribir en 1967 y vio la luz en 1970) y el fascículo número 39 de la "Actualidad Española" (en realidad quiere referirse al núm. 38), de este mismo autor, pero sin recoger su argumentación.

Scuthworth analiza en el último apartado las razones de la persistencia de la controversia, que, según él, provienen fundamentalmente de que las acusaciones se publicaron en Inglaterra, en diarios conservadores, y fueron avaladas en Francia por un canónigo.

JUICIO

Escribe Fierre Vilar, en su presentación, que este libro de Southworth levantará cóleras. Nada más contrario a nuestra creencia. Para que una obra genere cóleras debe comenzar por apasionar y no creemos que este sea el caso de "La destrucción de Guernica". Es más, pensamos que aparte de algún crítico honrado, serán pocos los que agoten su lectura, aunque muchos compren el libro con la esperanza de encontrar la verdad sobre lo que ocurrió en la villa vizcaína, esperanza que pronto verán defraudada.

Es inconcebible que una persona sepa tanto sobre todo lo que se ha escrito sobre el drama de Guernica y no se haya enterado de casi nada de lo que realmente ocurrió. Resulta también sorprendente que ahora que todos los historiadores alemanes y españoles recientes del suceso han reconocido los errores de la propaganda nacional de 1937, Southworth se empecine en mantener los errores de la propaganda de sus enemigos.

No producirá cólera entre los historiadores esta desfasada actitud, señor Vilar, más bien originará estupefacción en unos y regocijo en otros. En lo que sí damos la razón al señor Vilar es en su opinión de que Southworth no admite que se presente como historia una mixtura de medias verdades y mentiras. Southworth exige que se acepten el 100 por 100 de las mentiras de la propaganda contraria al bando nacional. Allá él.

Tenemos que agradecer al autor que el prefacio y la nota preliminar sean concisos, pues, en general, Southworth no parece compartir con Gracian la idea de que "lo breve, si bueno, dos veces bueno".

Como prueba de buena voluntad inicial pasaremos por alto frases como la siguiente: "Su ejército (el de Mola) no se componía sólo de soldados de la Legión Extranjera, de moros, de tropas italianas, de armamento alemán nuevo, de aviones y pilotos italianos, sino también de hombres y de aviones de la Legión Cóndor".

El capítulo primero es el más interesante, aunque el titulo no está de acuerdo con el contenido, pues a lo largo de sus 110 páginas no se nos dice lo que sucedió en Guernica, sino lo que los diversos informadores extranjeros dijeron que había sucedido, que, en general, tiene muy poco en común con la realidad. Un título más justo hubiera sido, pues, las noticias sobre el bombardeo.

Para todas las personas que pretenden ahora conocer lo que se escribió sobre Guernica en 1937, este capítulo debe considerarse como sumamente valioso, a pesar de la grave laguna de no reproducir las informaciones de los diarios de Bilbao. Lógicamente hay que suponer que estos periódicos estarían mejor informados que los extranjeros, pero Southworth los ignora y hay que suponer que deliberadamente, pues sus noticias difieren esencialmente de las exageraciones que se publicaban fuera de España, e incluso en otras zonas peninsulares aisladas de Vizcaya: Se da el caso curioso de que algunas reproducciones de desorbitados artículos extranjeros aparecidos en diarios bilbaínos fueron censurados por las autoridades vascas, que no quisieron ver publicados datos que podrían ser refutados fácilmente por gran parte de los evacuados de Guernica. Estos decisivos hechos deberían haber hecho vacilar a Southworth, quien, aferrado a sus prejuicios, se limita a silenciarlos.

El capítulo segundo es menos interesante que el primero, ya que, en general, la larga controversia de más de treinta años se centra en las mismas posturas iniciales, de forma que la exhaustiva recopilación de textos que nos presenta Southworth sólo es útil para eruditos con afición de coleccionistas. Eso sí, sirve a Southworth para ejercitar sus afiladas condiciones de crítico punzante, entre la reiterada falta de imaginación de los escritos pronacionales hasta los años 60. Pero últimamente los términos se invierten, pues el descubrimiento por Ricardo de La Cierva del informe Herrán y la continua labor investigadora del alemán Merkes, de Vicente Talón y los hermanos Ramón y Jesús Salas da frutos y permite al último presentar una síntesis plausible, que deja claramente al descubierto las tergiversaciones de Steer y sus amigos, aceptadas a pies juntillas por Southworth, que ahora sólo puede evitar el quedar en evidencia ante sus lectores escamoteando los resultados de las últimas investigaciones y de las primeras informaciones de Bilbao.

El capítulo tercero es, con gran diferencia, el peor de todos. La catadura moral de Southworth queda al descubierto con su inelegante y fácil diatriba contra Botto, que por estar difunto carece de posibilidades de reacción; este implacable alegato hubiera podido tener justificación de haber sido necesario para demostrar la existencia del bombardeo, pero es incalificable una vez que españoles y alemanes admiten que Guernica fue bombardeada. El segundo apartado del capítulo es, quizá, aún más sorprendente. Vicente Talón ha demostrado, sin lugar a dudas, que el número de muertos debidos al bombardeo de Guernica es intermedio entre 100 y 200, y más próximo a la primera que a la segunda cifra. Esto mismo fue afirmado por el informe Herrán en 1937 y a idéntica conclusión llega Jesús Salas. Los primeros informes de Bilbao indican, según hace resaltar este último autor, que las bajas eran pocas comparadas con los daños materiales. Incluso los despachos iniciales de Steer, Holme, Monks y Corman hablan de algunos centenares, no de muchos centenares; en seguida la prensa extranjera eleva la cifra a 800 y luego llega a citar el millar pero esto nunca es reproducido por los periódicos de Bilbao. La cifra de 1.654 que recogió Hugh Thomas en la primera edición de su libro es muy posterior. Claro que no es la mayor, pues hay quien la sitúa por encima de los tres millares. Southworth no se encuentra con valor para sostener estas desorbitadas cifras, pero despacha el tema diciendo que los escritores pronacionales no han probado que el número de muertos fuese reducido. Tampoco se molesta Southworth en consultar el Censo de 1930, para conocer la población de la villa de Guernica en 1936, que, como nos dice Jesús Salas, no llegaba a los 4.000 habitantes, en vez de los 7.000 que acepta Southworth.

En el tercer apartado de este capítulo tercero, el autor admite, sin más, la versión que dieron los corresponsales Steer, Holme, Monks y Corman, sin desconfiar de que su visita conjunta a Guernica, horas después de que el bombardeo terminara, les permitiera tejer una explicación común, que presentaron con ligeras variantes.

Steer ya había visitado Durango días después de que fuera atacado, pero no se enteró qué aviones lo habían bombardeado (Southworth sigue sin enterarse treinta y ocho años después). Dos semanas después conoció el derribo de dos bimotores alemanes, el 18 de abril, a la vuelta de una acción sobre Bilbao, noticia que ocupó mucho espacio en la prensa de esta capital. De aquí que no temiera errar al asegurar que los guerniqueses identificaron como alemanes los aviones atacantes, a pesar de la insistencia en que la villa no había sido nunca bombardeada con anterioridad, por ser una ciudad abierta. Si no había soldados en Guernica y la aviación enemiga no la había sobrevolado nunca ¿Reconocieron sus habitantes a los aviones alemanes por ciencia infusa? Hay que insistir en lo difícil de la identificación, pues la mayor parte de los aparatos participantes en la oleada principal (Junkers-52 y Heinkel-51) eran tipos usados indistintamente por españoles y germanos. Algunos relatos concretan que ciertos testigos vieron cruces gamadas pintadas en los aviones, aunque es bien sabido que ese emblema no fue nunca usado por la Legión Cóndor. Más extraño es que reconocieran como alemanes a los tres primeros bombarderos que actuaron sobre el puente de Rentería, ya que Ramón Salas ha demostrado, sin lugar a dudas, que fueron tres Savoia-79 italianos.

Si Steer nos cuenta lo que quiera en un tema relativamente intrascendente como éste y los testigos se equivocan de lleno ¿qué se puede pensar de relatos provocativos como el de las pasadas reiteradas de grandes masas de aviones durante más de tres horas, el ametrallamiento a la población civil en el Ferial de la villa, etc.? Jesús Salas nos recuerda que la primera noticia de la prensa de Bilbao cuenta el bombardeo masivo de la villa entre las 18.30 y las 19.00, y fue precedido, según concreta el padre Onaindía y otros muchos testigos, por un ataque de bombarderos aislados a partir de las 16.50. Este ataque es el que realizaron los tres aviones italianos que despegaron de Soria y operaron sobre el puente en columna de a uno. A las 16.50 no había nadie en el Ferial por dos razones: la primera y principal porque el 26 de abril fue prohibido previsoriamente el mercado por el Delegado Gubernativo, señor Lazcano, como ha explicado Vicente Talón y la segunda, porque el mercado habría acabado a esa hora aunque no hubiera sido cancelado. Pero, de haber permanecido alguien allí a una hora tan tardía (el mercado era matinal; a esa hora de la tarde casi todos los varones solían estar presenciando en el frontón los partidos de pelota que ese día también fueron prohibidos por el señor Lazcano), el bombardeo del no muy lejano puente de Rentería por los tres aviones italianos los hubiera desperdigado. Aquí debemos recordar que Southworth sigue escribiendo que esta presencia italiana no tuvo lugar y que tampoco quiere saber que la Legión Cóndor llegó con 18 bombarderos como máximo (demostrado por Ramón Salas) hora y media después, como indicó la prensa de Bilbao, y estuvieron sobre la villa de 18.30 a 19.03 (en realidad bastante menos tiempo como ha razonado Jesús Salas recientemente, aunque probablemente dentro de este margen). Es normal que el aviso de fin del bombardeo no sonase hasta media hora después de que los aviones se alejaran, como nos recuerda el mismo Jesús Salas, lo que explica que los testigos dieran como hora de terminación del raid las 19.30 e incluso las 19.45. Esta es le explicación a las tres horas de permanencia sobre Guernica, que en realidad se redujo a breves periodos que no llegaron a treinta minutos en total. En cuanto a los daños el propio Southworth admite que los edificios en llamas al acabar el bombardeo sería de 40 a 50, como mucho, y añade que finalmente llegaron a quedar destruidas 271. Nadie ha explicado hasta ahora, según ha razonado Jesús Salas, por qué no llegaron los bomberos de Bilbao antes de las 11 de la noche (seis horas después de iniciado el ataque) y regresaron a la capital a las 3, tras cuatro horas de casi nula eficacia. Vicente Talón admite la posibilidad de que se fueran espontáneamente, tras la evacuación de la población de la villa y de las tropas en retirada, por miedo a caer en manos del enemigo, pero Jesús Salas no considera aceptable esta explicación dado el gran número de autoridades bilbaínas que había aquella noche en Guernica, que cita en su trabajo.

Southworth critica duramente, más adelante, a los escritores que admitieron una doble motivación a la destrucción de la villa: el bombardeo y el incendio deliberado. Pero no puede alegarse que exista una decisiva diferencia entre provocar un incendio y hacer poco o nada por extinguirlo (impedir que fuera contrarrestado, como algunos testigos declararon).

Que Guernica no era una ciudad abierta lo ha demostrado Martínez Bande, que sitúa en el plano de la villa los acuartelamientos de tres batallones, y Vicente Talón, que nos dice el nombre del servidor de una de las ametralladoras antiaéreas que la defendían. Que un bombardeo aéreo era previsible, escribe Jesús Salas no necesita otra justificación que la existencia de los refugios antiaéreos y de las ametralladoras antiaeronaves. Todas estas razones son olímpicamente ignoradas por Southworth.

A pesar de lo que escribe Southworth, podemos afirmar, de acuerdo con Jesús Salas, que el bombardeo de Guernica no fue ordenado por Berlín (allí no sabrían ni que esta villa existía), ni por Salamanca (nunca se inmiscuyó el Cuartel General del Generalísimo, ni siquiera la Jefatura del Aire, en señalar los objetivos de las acciones tácticas). Fue debido a una petición de las tropas de tierra a las Fuerzas Aéreas del Norte, que deseaban se interceptase el paso por el puente de Rentería, bien a las tropas que intentasen impedir el desplome del frente Lequeitio-Marquina o a las que trataran de retirarse de dichos sectores. La misma petición se hizo a la Aviación Legionaria y envió tres trimotores.

Siguiendo el razonamiento de Jesús Salas, parece encontrarse una diferencia de criterio entre ambas aviaciones en la diferencia de potencia de la formación lanzada sobre el objetivo, seis veces mayor la de la Legión Cóndor, aunque no debe olvidarse que la Aviación Legionaria sólo contaba con los tres bombarderos rápidos que utilizó y que la distancia de Soria a Guernica podría explicar la no participación de los bombarderos pesados, que ese día actuaron sobre Alcala de Henares. Pero debe descartarse el propósito deliberado de destruir el centro urbano, ya que, según ha demostrado Jesús Salas, la Legión Cóndor sólo bombardeó el puente de Rentería y la parte de la villa situada entre la carretera y el ferrocarril Guernica-Amorebieta, desde el puente citado hacia el sur.

La carga de bombas, contra lo que escribe Southworth, fue la habitual, aunque los resultados vinieran a ser totalmente diferentes por el cúmulo de factores que se reunieron la noche del 26 de abril de 1937.

En lo que está acertado Southworth es en achacar el gran éxito de la versión por él sustentada a que fuese divulgada por diarios anglosajones nada prosistas y avalada en Francia por un canónigo vasco, aunque hay otras razones de sobra conocidas, que no cita, que contribuyeron asimismo en gran medida.

Autor: R. Southworth, Herbert [sic]
Editor: Ruedo Ibérico.
Lugar y fecha: Paris, 1975.
Páginas: XXIV + 535.

La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca

La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca Ian Gibson relata los detalles de una historia real que parecía sabida, pero que, efectivamente no se conoce en profundidad : la muerte de Federico García Lorca. Una muerte más de la guerra civil española, pero que, por la calidad de la persona asesinada y por las circunstancias que en el hecho concurrieron, ha terminado convirtiéndose en un símbolo ; un símbolo que arropa un dato exacto : la represión franquista ; más exactamente, el valor de la represión como base sobre la que se asienta el poder del Estado en España desde 1939.

Hay que convenir en que sobre el valor abstracto « Lorca-símbolo » se había alzado una mitología de signo contrario, pero usada indistintamente a derecha e izquierda. Y no parece obvio advertir que al nacimiento de esta mitología no había sido ajeno, ni mucho menos, el mismo poeta. Con García Lorca moría Ignacio Sánchez Mejías y en García Lorca se asesinaba a Antoñito el Camborio; figuras, una de la vida taurina y otra de ficción, que habían sido pretexto para que el poeta se recrease (de volverse a crear) a sí mismo. ¿ Aquel « andaluz tan claro, tan rico de aventura», era el Ignacio emparentado con los « Gallos » o el mismo Federico ?

Pero, avancemos de menor a mayor. Tal mitología personal, legítima en cualquier poeta, se enriqueció o se ensombreció por la historia real, turbia y contradictoria. En 1954, aparecía en Madrid la primera edición de las Obras completas (Aguilar) de Lorca ; en la biografía cronológica que se incluye, al llegar al mes de julio de 1936, aparece esta palabra : « Muere » ; aparte el abultado error temporal (Lorca fue asesinado el 19 de agosto de 1936) casi podría resultar encomiable el laconismo, tan poco usual en las letras hispanas.

Gibson cuenta en su libro cómo muere Lorca ; más correctamente, cómo fue asesinado. Para ello, ha realizado una laboriosa tarea, la única, además, objetivamente adecuada para desarrollarla con honestidad y con rigor científico. Vivió en Granada, más de un año ; habló con los más próximos al poeta, aún vivos ; reconstruyó el ambiente granadino, desde febrero de 1936 (las elecciones del Frente Popular) hasta el mes de agosto del mismo año; y, por último, se entrevistó con los muy aparentemente responsables del crimen. Varias eran, hasta ahora, las hipótesis « oficiales » en torno al suceso de Granada. Franco, el 26 de noviembre de 1937, había declarado a La Prensa de México: «Lo cierto es que en los primeros momentos de la revolución en Granada, ese escritor (se refiere, sin nombrarlo, a Lorca) murió mezclado con los revoltosos ; son los accidentes naturales de la guerra.» Nos hallamos ante los dos polos de una misma falsedad : Lorca, revoltoso (revolucionario); Lorca, víctima de un « accidente », de los elementos incontrolados.

El trabajo de Gibson, muy superior a todos los anteriores (Claude Couffon, Marcelle Auclair, por citar a dos de los más divulgados), y que sigue los pasos a Gerald Brenan, tiene el gran mérito de dejar bien claros dos extremos : García Lorca no fue un revolucionario, y mucho menos un revoltoso. El grado de compromiso de un poeta, de cualquier intelectual, sólo puede medirse por su actividad política personal o por su obra escrita y publicada. Con respecto a lo primero, Lorca era un hombre « irreal », en el sentido más amplio y lírico del término, dotado de una gran conciencia humanista (« Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada... ») ; bagaje que, siempre hay que recordarlo, era más que suficiente por otra parte para asesinar a una persona en la retaguardia andaluza de la guerra civil. Habría que insistir, como hace Gibson, en la vida y en el ambiente de las provincias andaluzas (y, en general, de todas las provincias españolas), que pueden resumirse con dos palabras : envidia y mediocridad. Y también habría que recordar otra constante del fascismo que se repite en todas sus versiones nacionalistas : el anti-intelectualismo. Puede afirmarse que, prácticamente, cuando se inicia la guerra civil, García Lorca no era un temible enemigo político en Granada, ni tampoco un intelectual arrojado a la aventura de la praxis revolucionaria ; pero que tanto por su postura personal, como por su ideología humanista, era un enemigo objetivo del fascismo español que comenzaba entonces su larga vida. Lo demás, las teorías acerca de lo que habría sido García Lorca de no haber sido asesinado, no son admisibles ni a nivel histórico, ni a nivel científico.

El segundo extremo, también aclarado por Gibson, es la especie tan hábilmente propalada, de que Lorca murió a manos de unos elementos irresponsables, de un puñado de fanáticos «un accidente natural de la guerra». Gibson determina, de una vez para siempre, que el poeta permaneció desde la tarde del 16 de agosto de 1936 hasta la madrugada del día 19, en el edificio del gobierno civil granadino. No fue, por tanto, una vendetta particular, ni un penoso accidente; Valdés Guzmán, gobernador civil, tuvo largo tiempo para meditar su acción, así como sobre los resultados de la misma. Gibson avanza también la hipótesis, basada en algunas confidencias personales, de que el general Queipo de Llano tuvo conocimiento de la detención de Lorca y que recomendó su fusilamiento. No hubo, pues, accidente, sino crimen premeditado.

Ahora bien en torno al Lorca asesinado se ha cernido una conspiración complicada, unas veces por el silencio y otras por las contradicciones. Por ahora, seguimos sin conocer los motivos inmediatos que provocaron el asesinato, así como permanecen ocultos los nombres de los más directos responsables. Gibson ha conversado largamente con Luis Rosales, en cuya casa familiar granadina se refugió Lorca y donde fue detenido, y también con Ramón Ruiz Alonso, diputado cedista que procedió personalmente al acto físico de la detención. Las declaraciones de ambos, en grados distintos, son una ilustración evidente de inconsecuencia, de irresponsabilidad y, hasta diríamos, de un inconcreto miedo físico. Los dos niegan su responsabilidad y se consternan ante el crimen perpetrado hace ya más de treinta años. Pero de las entrelineas de las dos declaraciones, queda flotando algo palpable : que los dos saben más de lo que dicen y que ambos callan, que silenciosos se irán a la tumba con un secreto posiblemente comprometedor.

En consecuencia: García Lorca, que sobre el papel no era un temible enemigo político sino un honrado idealista, fue fría y premeditadamente asesinado. Y que en España, todavía hoy existen personas que conocen los motivos, así como los inductores y los autores directos del crimen. En el libro de Gibson estos puntos, unas veces por prueba evidente y otras por omisión, quedan suficientemente establecidos. Gibson rebate también otra tesis muy difundida y que, recientemente, desempolvó Jean Louis Schonberg : la muerte de Federico García Lorca, según el autor mencionado, se debió a un turbio ajuste de cuentas entre homosexuales granadinos.

Para nosotros, esta última versión es tan digna de respeto como las anteriores o, por el contrario, tan escasamente fidedigna. Es decir, o tan intrascendente o tan fundamental. Sobre la homosexualidad de Lorca parece que no cabe discusión alguna, sin necesidad de la ya tópica referencia literaria a la Oda a Walt Whitman ; tampoco estimamos seria la maniquea teoría de los homosexuales buenos y de los homosexuales perversos ; tesis tan reaccionaria como aquella otra que divide a los negros en buenos y en malos, en función de su arado de sometimiento al poder establecido. Un análisis político de la muerte de García Lorca exige que se asuma plenamente su condición de homosexual, como también debe tenerla en cuenta una critica literaria de su obra. Algo similar a lo que Octavio Paz realizó en su espléndido ensayo sobre Luis Cernuda, publicado en Cuadrivio, bajo el titulo de «La palabra edificante».

Tocamos aquí un punto medular de la natural idiosincracia reaccionaria de1 español, de opuestas ideologías, que cuando ya no encuentra argumento con el que fulminar a su rival (profesional, político, intelectual, etc.), lo condena a las tinieblas, vociferando: «...y,ademas, es maricón» Pero, más terminante que nuestra afirmación son las palabras de Paz, en el artículo sobre Cernuda más arriba citado, cuando escribe sobre el poeta sevillano: « Homosexualidad se vuelve sinónimo de libertad ; el instinto no es un impulso ciego: es la crítica hecha acto. Todo, el cuerpo mismo, adquiere una coloración moral. En estos años [Cernuda] se adhiere al comunismo (1930). Adhesión fugaz porque en esta materia como en tantas otras, los troyanos son tan obtusos como los tirios. La afirmación de su propia verdad le hace reconocer la de los demás: «Por mi dolor comprendo que otros inmensos sufren», dirá años después. Aunque comparte nuestro comun destino no nos propone una panacea. Es un poeta, no un reformador» (Octavio Paz, Signos de rotación, Madrid, 1971, p. 144)

Queremos decir, con todo lo que antecede, que tan execrable nos parece el asesinato de Lorca por ser un granadino triunfador en los escenarios madrileños y causante de la envidia de sus paisanos, por ser un socialista convencido gracias a su universal humanismo, como por ser y asumir plena y libremente su condición de homosexual. En España, se mata por las ideas políticas; pero el español también mata por machismo. Y el fascismo español es la sublimación del machismo ibérico. Es una lástima que Gibson no se haya detenido en este aspecto concreto de nuestra historia.

Para finalizar, queremos señalar otra virtud, y no de las menores, del estudio de Gibson. Para los españoles que no vivimos la guerra civil, Lorca quizá tenga otra mitología que para aquellos que directamente la padecieron. Para nosotros, Lorca ha llegado a representar, como Antonio Machado y Miguel Hernández, la fe de bautismo de la represión practicada a escala nacional ; el nombre concreto, santo y seña, de millares de españoles anónimos igualmente asesinados por el fascismo. Por ello, es tremendamente valioso el análisis espectral que Gibson realiza de las fuerzas políticas granadinas entre marzo y agosto de 1936; asi como el Apéndice B: «Muertes atribuibles a la represión nacionalista de Granada». Ya es hora de devolver su nombre y su apellido a tantos muertos. Y, en el plano científico, pensamos que es la única fórmula para reescribir la historia de la guerra civil: descender provincia por provincia, nombre a nombre, y aproximarnos, sin literatura, a la represión.

Máximo Ordóñez [Roberto Mesa]

NOTA DE LA EDITORIAL

Federico García Lorca, el más célebre de los poetas andaluces, fue asesinado en agosto de 1936 por los rebeldes « nacionalistas » en su Granada natal. Tenía entonces 38 años.

Durante más de 30 años, el misterio que rodeaba las circunstancias exactas de su muerte fue cuidadosamente mantenido por el gobierno del general Franco. Durante mucho tiempo, fueron sugeridas múltiples hipótesis para explicar su desaparición : venganza de la Guardia civil, herida en carne viva por el célebre Romance de la Guardia civil, turbia pelea entre homosexuales, etc.

En 1965, un joven hispanista, que preparaba una tesis sobre la poesía de Lorca, se instaló en Granada para proseguir sus investigaciones. Las personas que interrogó (amigos o enemigos del poeta) lo dirigieron por un camino inesperado: el de las circunstancias históricas y políticas de la muerte de Lorca. Ian Gibson abandona su proyecto inicial y emprende sobre un tema nuevo, y durante varios años, investigaciones que hacen de su obra el mejor libro conocido sobre la sublevación militar y el terror en una capital de provincia española. Gibson esclarece de manera exhaustiva el papel de los falangistas, de los demócratas cristianos de la CEDA y de los militares en el asesinato del poeta. Analiza igualmente los motivos de ese crimen y los libera de la trama complicada y tenue en que los encerraban tanto la propaganda franquista como la republicana.

La edición original en español de este libro fue publicada en París en 1971. En 1972 recibía el Premio Internacional de la Prensa en Niza.

A este último propósito cuenta José Angel Escurra, director de Triunfo, lo siguiente:

EL PREMIO INTERNACIONAL DE LA PRENSA

Recién comenzado el 72 recibí la invitación para formar parte, representando a Triunfo, del jurado que discernía el Premio Internacional de la Prensa con ocasión del Festival del Libro de Niza. Era una buena oportunidad para ampliar la presencia de Triunfo en el extranjero, lo que solía producir cierto respeto reverencial en algunos influyentes miembros de la Administración, especialmente en los que se consideraban "al día" de la actualidad cultural.

Convocado por Le Nouvel Observateur, participaban en ese jurado los directores - o representantes - de The Observer (Terence Kilmartin), Newsweek (Edward Behr) Der Spíegel (Rolf Becker), La Tribune de Genève (Georges-Henri Martín), L'Espresso (Gianni Corbi, alguna vez Nello Ajello o Lilly Marx) y la revista yugoeslava Nin (Frane Barbieri, después Zika Bosganovic). Cada miembro presentaba una obra, a lo sumo dos, que aspiraban a aquel Premio que "recompensaba una obra histórica, un documento de actualidad o un testimonio". según rezaba la convocatoria.

En Triunfo decidimos presentar el libro La represión nacionalista en Granada y la muerte de Federico García Lorca de Ian Gibson, un irlandés que era profesor de español en la Universidad de Londres. Había calado hondo en nuestro ánimo la investigación exaustiva de Gibson sobre los hechos que denunciaba ya en su título; se trataba de un libro escrito en un español impecable y editado en París por Ruedo Ibérico. Obviamente la obra de Gibson había sido prohibida en España. Sabíamos de las dificultades que entrañaba, vista desde nuestro país, la decisión de seleccionarla. Pero fue un riesgo calculado que prevaleció - como lo propuse, lo asumí - sobre cualquier otra cautelosa elección que seguramente hubieran comprendido nuestros colegas europeos. Ya en Niza, mantuve duras y largas discusiones con algunos miembros del jurado, pero sobre todo con el editor del Observateur, Claude Perdriel (que sustituía a Jean Daniel), realmente un correoso contradictor. Al fin, venció nuestro candidato frente a obras de autores como Arthur Koestler, María-Antonietta Macciocchi, Edgar Snow, Gilles Martinet, Roy Medvedev o Roberto Vacca, entre otros. Y, mientras toda la prensa europea se hizo eco del galardón alcanzado en Niza por un libro sobre la muerte de García Lorca, en España no se publicó - no se pudo publicar - una sola línea del acontecimiento.

(In Triunfo en su época, ed. Alicia Alted y Paul Aubert, Madrid 1995, pp. 558-559
)

El ejército republicano en la guerra civil

El ejército republicano en la guerra civil A pesar de la cantidad de publicaciones existentes sobre la guerra civil española, carecemos de estudios globales sobre los ejércitos en liza, así como de monografías sobre aspectos concretos de ellos. Hasta ahora, se han publicado breves artículos del especialista en historia española contemporánea Ricardo de la Cierva y del coronel Ramón Salas, en la compilación de artículos dirigida por el profesor R. Carr (The Republic and the Civil War in Spain, MacMillan, 1971), y en The Spanish Revolution, del profesor S. Payne (Weidenfeld & Nicolson, 1970), hay un capítulo dedicado al ejército republicano. Un estudio de importancia, sobre el ejército republicano del coronel Salas, apareció demasiado tarde para que pudiésemos consultarlo, salvo en lo que se refiere a algunos detalles ocasionales, aunque ya se habían publicado adelantos de su información en la Historia ilustrada de la guerra civil española, de Ricardo de la Cierva (Madrid, 1970) y en La guerra de España desde el aire, de J. Salas (Barcelona, 1969). Asimismo, en la revista Historia y Vida (Madrid-Barcelona) han aparecido ocasionalmente interesantes aclaraciones del coronel Salas y del profesor de la Cierva, normalmente en forma de respuestas a preguntas de los lectores o a partir de artículos sobre aspectos de la guerra. Igualmente, el coronel Salas ha tenido la atención de proponernos, a título personal, algunas referencias.

Las fuentes documentales del ejército republicano han sido utilizadas por el coronel J. M. Martínez Bande en su serie de monografías sobre campañas concretas (véase la Bibliografía), pero sus trabajos son de historia militar y se sirve de la documentación para hacer una historia de la guerra más que de los ejércitos.

Presumiblemente, también utilizó fuentes documentales el jefe del Estado Mayor del ejército republicano, Vicente Rojo, para sus libros España heroica (Buenos Aires, 1942) y Así fue la defensa de Madrid (México, 1967). Es también probable que las obras sobre la guerra de los dirigentes comunistas de Milicias Enrique Líster (Nuestra guerra, París, 1966) y Juan Modesto (Soy del Quinto Regimiento, París, 1969), así como del subsecretario de Defensa en la parte final de la guerra, Antonio Cordón (Trayectoria: memorias de un artillero. París, 1971), se basen igualmente en alguna medida en fuentes documentales. Aparte de estas obras, pocos hombres de quienes se podría esperar que escribiesen memorias importantes lo han hecho. Los libros de Indalecio Prieto, ministro de Aire y Marina y posteriormente de Defensa nacional, son en realidad reimpresiones de artículos o discursos, y, a decir verdad, no tratan, como él mismo los llama, más que de los entresijos de la guerra, aunque como tales resulten muy útiles. Las memorias de Largo Caballero son decepcionantemente poco informativas, y Juan Negrín no dejó sus recuerdos. Esta carencia de biografías y autobiografías resulta para el historiador un obstáculo tan grande como la falta de memorias militares. Con la excepción de Rojo, el general Gámir y el coronel Casado, los oficiales superiores profesionales no han escrito sus recuerdos. No tenemos nada de Miaja, Hernández Sarabia, Matallana, Prada, Llano, Perea, ni de otros muchos. Y, entre las fuentes impresas, las de Rojo resultan poco informativas porque dicen bien poco acerca de los problemas cotidianos o acerca de lo que él opinaba, y Casado y Gámir escribieron simples apologías. No existe un libro semejante a los diarios publicados por generales de otros ejércitos después de guerras de importancia. Y tampoco, salvo de modo efímero, han registrado sus experiencias los soldados sin graduación.

Ello se ha debido a las circunstancias de la vida española desde el final de la guerra, y sólo recientemente han aparecido en España algunas obras de combatientes republicanos. Otros problemas los han constituido las dificultades materiales de publicación en el exilio y la especial reticencia de los españoles. Es para pensar que muy pocas personas escribieron diarios, y, además, las implicaciones emotivas de la guerra civil, la amargura entre los derrotados y exiliados y el temor a las consecuencias de sus revelaciones han disuadido a los perdedores de escribir. Y, naturalmente, todo lo escrito aparece sobrecargado de una parcialidad emocional.

La historia militar general de la guerra resulta apropiadamente tratada por los estudios, relativamente no tendenciosos y muy profesionales, del coronel Martínez Bande. Asimismo, se han publicado y han tenido una vasta audiencia estudios politicomilitares de este periodo. Las obras de Hugh Thomas (The Spanish Civil War, Eyre & Spottiswoode, 1961), Gabriel Jackson (The Spanish Republic and the Civil War, Princeton, 1965) y P. Broué y E. Témime (La révolution et la guerre d'Espagne, París, 1961) son los más importantes. Se han hecho algunos estudios económicos de la España republicana durante la guerra (F. Mintz, L'autogestión dans 1'Espagne républicaine, París, 1971, por ejemplo), y han publicado estudios sobre la implicación soviética y no soviética en la guerra española Patricia Van der Esche (The International Repercussions of the Spanish Civil War, La Haya, 1951), B. Bolloten (The Grand Camouflage, Hollis & Carter, 1961) y otros varios estudiosos norteamericanos. Así pues, parece que un estudio de uno de los ejércitos contendientes sería una útil contribución a la historiografía de la guerra civil española.

El presente no es un estudio de historia militar o social, sino que, fundamentalmente, pretende examinar el desarrollo de una institución, sus diversas características y aspectos peculiares y su hundimiento. Confío en que arroje luz sobre un periodo de la historia que interesa tanto al lector común como al historiador.

La parte más importante del trabajo de investigación realizado para esta obra ha consistido en el estudio de obras primarias y secundarias sobre la guerra civil española, así como en el examen de los archivos del Ejército republicano disponibles en la actualidad aunque dudo que en su totalidad, en Madrid. Este trabajo ha sido completado con la utilización de documentos oficiales en España, así como con correspondencia personal y entrevistas con hombres cuyos recuerdos y opiniones tienen alguna importancia. El examen de la abundante prensa y de los folletos editados por el ejército republicano ha sido muy valioso.

Debo profundo agradecimiento al profesor Hugh Thomas, quien me sugirió el tema, leyó el manuscrito y me alentó constantemente; también al Politécnico Central de Londres, por su ayuda para permanecer en España durante otoño de 1971. La Escuela de postgraduados en Estudios Europeos Contemporáneos de la Universidad de Reading y la Dirección General de Enseñanza de Londres me proporcionaron una ayuda financiera que agradezco muy de veras.

Igualmente deseo dar las gracias a los responsables españoles de los archivos militares y de la Hemeroteca municipal de Madrid. (1) Y entre mis informadores quisiera dar las gracias al profesor Stanley Payne, a Serafín y Miguel González Inestal y al fallecido Manuel Tagüeña, así como a todos aquellos a quienes menciono por sus iniciales porque desean conservar el anonimato. Toda opinión que no se atribuya directamente a sus fuentes es, naturalmente, mía propia. Por último, agradezco a mi esposa su aliento y la ayuda que me ha prestado con el manuscrito.

Michael Alpert
Londres, agosto de 1976

1. En el Servicio Histórico Militar se me facilitó la información que deseaba y se me abrieron los archivos con toda amabilidad, con la excepción de cierta información sobre determinadas personas concretas. Es posible que existan documentos sin catalogar.

En la Biblioteca nacional de Madrid pude consultar, después de mucho insistir, y bajo la mirada vigilante de un encargado del servicio, varios interesantes folletos editados por el Ejército popular. Resultan extrañas esas precauciones y el que se hayan "extraviado" otros folletos mencionados en los Cuadernos Bibliográficos del profesor Palacio Atard, cuando otros ejemplares de los mismos se pueden consultar con toda libertad, sin ni siquiera exhibir la documentación, en el Ministerio de Información y Turismo. Me consta que hoy ya no se puede consultar la prensa militar del Ejército popular en la Hemeroteca municipal de Madrid, aunque yo no tuve ninguna dificultad para hacerlo en 1971, cuando me presenté con una carta de recomendación, la cual era un requisito indispensable para conseguir el carnet de lector. De los Servicios documentales de Salamanca no puedo hablar porque las limitaciones de mi estudio y del tiempo de que disponía en España no me dieron ocasión a solicitar permiso para consultar esas fuentes.

Ahora bien, lo que si diría es que los archivos españoles no son públicos en el sentido de que estén abiertos a cualquier estudioso. Hay que establecer un status e ir recomendado, y dudo mucho de que un escritor que demuestre una actitud hostil hacia el régimen político actual o haya empleado los archivos contra el gusto de las autoridades vuelva a obtener permiso para trabajar en ellos.

INDICE
Abreviaturas

Prefacio

1. El Ejército en 1936

I. Efectivos, eficacia militar y oficiales. Las Juntas de Defensa y el conflicto entre africanistas y peninsulares
II. La segunda República: 1931-1936
III. Conclusiones

2. Las fuerzas militares y paramilitares el 18 de julio de 1936

I. Organización
II. Las fuerzas militares y paramilitares en el esfuerzo bélico republicano

3. El periodo miliciano: de julio a diciembre de 1936

I. Orígenes de las milicias
II. Las milicias de Aragón y Levante
III. Las milicias en el norte
IV. El Quinto Regimiento
V. Las milicias anarquistas
VI. Los logros de las milicias
VII. Las milicias y los oficiales profesionales
VIII.Los comunistas y los oficiales
IX. Conclusiones

4. La militarización

I. La situación militar
II. Reorganización y nombramientos
III. El Alto Mando y el Estado Mayor Central
IV. La militarización de las milicias
V. Las Brigadas mixtas
VI. La organización militar posterior
VII. L'Exèrcit de Catalunya
VIII. La militarización en el norte. Euzkogudarostea IX. Conclusiones
X. La situación militar

5. Los oficiales profesionales del Ejército republicano

I. Los generales
II. Los oficiales
III. Los mandos del Ejército republicano
IV. Adictos a la causa del pueblo, leales geográficos y desafectos al régimen
V. El Gabinete de Información y Control
VI. Su capacidad
VII. Conclusiones

6. Un nuevo cuerpo de oficiales

I. Ascensos
II. Los jefes
III. Los oficiales
IV. Los oficiales de milicias
V. Oficiales superiores de milicias
VI. Algunos jefes de milicias
VII. Escuelas de formación de oficiales y suboficiales
VIII.Uniformes e insignias
IX. Conclusiones

7. Los comisarios políticos

I. Su institución
II. Los comunistas y el Comisariado
III. El papel de los comisarios
IV. La prensa militar
V. La salud
VI. Educación
VII. Los comisarios del Ejército del Ebro
VIII.Deserciones
IX. Justicia militar
X. Conclusiones

8. Los comunistas

I. La política comunista en el Ejército
II. La reacción de Largo Caballero y Prieto
III. La reacción comunista
IV. Juicio
V. Discusiones posteriores a la guerra
VI. Los agravios de la CNT
VII. Los consejeros rusos
VIII.Armas
IX. Las armas rusas
X. El SIM
XI. Conclusiones

9. Reorganización, derrota, rendición y consecuencias

I. Reorganización
II. Guerrillas
III. Reorganizaciones posteriores
IV. La rebelión de Casado
V. Negociaciones de paz y acontecimientos posteriores

10. Conclusiones generales

Apéndices

Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España

Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España Cuando podía pensarse que se conocía casi todo respecto a nuestra guerra 1936-1939, la obra de Francisco-Félix Montiel descubre facetas desconocidas, particularmente del final.
Mentiras y misterios de la guera de Stalin en España. Tal es el subtítulo acertado y preciso. Y es que por encima no sólo del gobierno de la República, sino del verdadero centro de poder que en los últimos tiempos de la guerra fue el partido comunista, figuraba no la política, sino la metapolítica del partido comunista de la Unión Soviética. Y de su motor y cerebro: Stalin.
Desde 1938, el hoy denominado «ejército republicano», era republicano en una medida cada vez más exigua. Con propiedad su calificación era la de «ejército rojo». En la batalla del Ebro, los mandos de los cuerpos del ejército pertenecían al partido comunista en su totalidad. Y al producirse los sucesos de marzo de 1939 en Madrid, de los cuatro cuerpos de ejército de la zona Centro, tres estaban bajo el mando del partido comunista. Además, las unidades blindadas, las unidades guerrilleras, y la aviación tenían su inequívoco control por el PCE.
La influencia del partido comunista español sobre el gobierno republicano alcanzó una extensión y profundidad inmensas. Dicho gobierno poco o nada podía hacer frente al partido. Si añadimos el colaboracionismo de su presidente Juan Negrín, mucho más util desde su teórica adscripción socialista que si hubiese sido miembros del partido, no ya el colaboracionismo, sino la entrega de ministros como Álvarez del Vayo, de quien en 1998 se sabe ya su papel no sólo al servicio del partido, sino de la simbiosis servicios de información-policía política: N.K.V.D. El control comunista de la República era casi absoluto.
El partido comunista español era una simple correa de trasmisión de la Internacional comunista -la Komintern-. Y ésta, perdido con la derrota trotskysta su papel internacionalista, era un instrumento al servicio del partido comunista de la Unión Soviética, a las ordenes de Stalin.
El profesor Montiel acierta plenamente con el subtítulo de mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España. El testimonio es esclarecedor, pues Montiel fue miembro del aparato del partido. Conoce sus entresijos. No la verdad oficial, sino la de los que dirigen la función entre bastidores.
Desmitifica a Casado, rompe los esquemas clásicos, deshace los tópicos sobre el final de nuestra guerra. ¿Podía Segismundo rodeado de fuerzas comunistas enormemente superiores levantarse contra el gobierno, es decir, contra los comunistas sin perder la cabeza en la aventura? pregunta Montiel con considerables dósis de lógica.
Casado fue un mero instrumento, aunque él se creyera bien intencionadamente, héroe. Sin él saberlo, utilizándole, manipulándole, se convirtió en un modo de poner fin a la guerra de acuerdo con el plan comunista. Mas no de un plan pensado por José Díaz, Jesús Hernández, o por esa mujer histérica y delatora de sus propios camaradas -hoy magnificada en la España del PP de 1998-, la Pasionaria, o por otros miembros del buró político.
Casado fué utilizado según las instrucciones dadas sin posibilidad de réplica por Palmiro Togliatti -el cruel y sanguinario Togliatti como también se le ha conocido a finales de los 90, con datos incontrovertibles-. Y naturalmente por encima de Togliatti, el lider supremo: Stalin.
Montiel aporta datos desconocidos: El partido comunista, desde las intenciones de Stalin de llegar a un pacto con Hitler, se encuentra a un coronel llamado Segismundo. Odiado y vilependiado por los comunistas, antes de mayo de 1938, pasa a ser promovido por el verdadero poder -el partido- a jefe fantasma del Ejército del Centro. «Es difícil imaginarse una alimaña más cobarde y escurridiza que el coronel Segismundo Casado», calificaría la Pasionaria. O «masón, politicastro…» Tales son los epítetos que le adjudican.
Francisco Félix Montiel quien ocuparía cargos importantes en el PCE hasta que abandona el comunismo en 1948, analiza desde dentro. Con documentos propios, de primerísima mano, señala las contradicciones en que tal personaje, de repente, sea promovido con la anuencia indispensable del partido a puestos militares de máxima importancia.
Cumplido su papel, mediante la función dirigida e interpretada desde Moscú, Segismundo de nuevo será insultado con mayor fuerza todavía. Montiel, empleando irónicamente la palabra de Calderón, «Segismundo resultará segismundeado».
Obra indispensable para conocer el fin de la guerra española en el lado vencido desde dentro no ya del gobierno, sino desde dentro de las altas esferas del partido, pues el militante de base y los mandos intermedios
serían meras comparsas destinadas a sufrir las durezas de la derrota. Los miembros del buró-político, por el contrario, tienen sus aviones disponibles para desde Monóvar huir de la derrota.
La aportación de documentos confiere un valor extraordinario a la obra de Montiel. No es historia más o menos fidedigna. Es la exposición vivida en primera persona por quien era el director del aparato de propaganda gubernamental de la república. Por tanto del responsable del aparato de propaganda del partido comunista, dueño del gobierno en los días finales de aquel régimen.

MONTIEL, Francisco-Félix: Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalín en España. Ed. Criterio-Libros. Apartado 3.198, Madrid. 1998. 236 págs.

Con voz y voto, Las mujeres y la política en España (1931-1945)

Con voz y voto, Las mujeres y la política en España (1931-1945) Al proclamarse la Segunda República en 1931, las mujeres españolas empezaron a vislumbrar la esperanza de ver cumplido el viejo sueño de la igualdad con los hombres. En efecto, la constitución republicana les otorgaría el sufragio, protección laboral y otros derechos que intentarían redimirlas del lugar que habitualmente habían ocupado en la tradicional sociedad española. En este libro, pionero en la bibliografía de nuestro país, al hilo de las memorias y los textos de muchas de las que protagonizaron un cambio histórico en el metabolismo de España, se traza un apasionante e iluminador recorrido por la larga travesía en el desierto de unas mujeres que ayudaron a sentar las bases de un Estado moderno en 1931, vivieron las contradicciones, euforias y violencias de la Segunda República, pelearon en los frentes de la Guerra y Civil y finalmente sufrieron la represión y el ostracismo con la llegada de la dictadura franquista. Sin embargo, Con voz y voto quiere ser también reflejo objetivo del amplio abanico de ideologías que poblaron la vida política española entre 1931 y 1945 y, lejos de centrarse tan sólo en las voces de las mujeres progresistas, da con frecuencia la palabra a personalidades tradicionalistas, de tal modo que el libro consigue recrear el estimulante debate que se vivió en la época en torno a la figura, autonomía e independencia de la mujer. María Teresa León, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Juana Doña, Pilar Primo de Rivera o María Urraca Pastor son algunas de esas figuras del pasado a las que se vuelve a dar vida en estas páginas.

Autora: Carmen Domingo
Ed. Lumen

El escocés que quiso atentar contra Franco

El escocés que quiso atentar contra Franco Stuart Christie publica, 40 años después, un libro donde relata su aventura.

Debajo de su espeso jersey de lana llevaba adosado a su sudoroso pecho, con cintas adhesivas, la promesa de asesinar a Francisco Franco y cambiar así el curso de la Historia española.Pero la dolorosa eficacia de la policía del régimen pronto hallaría aquellos explosivos plásticos traídos desde Francia. Su aventura encaminada a terminar con la vida del Generalísimo encontraría, en ese mismo momento, su final.



Sin embargo, la adversidad de la experiencia no parece haber dejado un sabor amargo en su recuerdo, 40 años después de haber sido desbaratado el atentado. «El arresto fue algo que sucedió para bien. Probablemente así hice más por la causa antifranquista que si lo hubiera matado», afirma el ahora calvo Stuart Christie.

El escocés que decidió ocultar esas bombas bajo su prenda de invierno en pleno verano contaba con 18 años. Tenía muchas ganas de transformarse en un prohombre del anarquismo, cuando se embarcó en la odisea que signaría su existencia para siempre.

Su temprana obsesión con Franco había nacido algunos años antes, en los albores de su adolescencia, cuando sus familiares y su círculo de amigos adultos nutrían sus reuniones con anécdotas sobre la Guerra Civil. Especialmente, hablaban de la Brigada Internacional en la que algunos de ellos se habían integrado.

Pero quien más influyó en su vocación anarquista y antifranquista no fue ninguno de estos ex combatientes, sino una figura mucho más fuerte y determinante en el ideario de Christie: su abuela.«Básicamente, lo que ella hizo fue proveerme de un barómetro moral en el que se fusionaban el socialismo libertario y el anarquismo.Ella me dio la estrella que siempre seguí», comentó el activista británico en un reportaje publicado ayer por el periódico The Guardian. En él se promocionaba su último libro Mi abuelita me hizo un anarquista.

Fue así como, siempre guiado por su curiosa musa inspiradora, Christie comenzaría a contactar con algunos exiliados de la España franquista en Bristol, a quienes pronto les confesaría su más íntimo deseo. «Quiero hacer algo más que protestar y repartir panfletos», les dijo, y sus nuevas amistades no demorarían en complacerle.

En agosto de 1964, cuando su mundo aún no se extendía más allá del sur de Inglaterra, Christie recibió instrucciones para cumplir con su primera misión internacional. Debía entrar en España desde Francia con un cinturón de explosivos que, una vez en Madrid, le entregaría personalmente a otro contacto de la red junto con una carta que el escocés pasaría antes a buscar por las oficinas de American Express.

Pero la tarea no era nada sencilla. Después de recolectar los explosivos en París, Christie debía viajar en tren hasta Toulouse, de allí a Perpignan y, luego, intentar ingresar en automóvil a España.

En su libro, Stuart Chrisite relata con todo lujo de detalles la experiencia hasta Madrid, que, tal vez algo edulcorada con el paso del tiempo, es presentada por el autor como una ajetreada epopeya.

Durante el camino, vivió algunos sobresaltos como la revisión a la que fue sometido por la guardia franquista en la frontera entre Francia y España, hasta que el agente estampó su sello aprobatorio en el pasaporte de Christie. El protagonista de la historia no deja de resaltar el importante papel de su jersey.En él, y al menos en una primera instancia, pudo ocultar exitosamente las cinco pequeñas bombas, de un peso aproximado a los 200 gramos por unidad.

Sin embargo, a pesar del alentador comienzo, Christe fue apresado en plena calle por la policía, unos minutos después de que pasara a buscar la carta por las oficinas de American Express. Esa primera visita a España le costaría a Christie tres años y medio de prisión, que fue reducida por una carta de su madre en la que pedía clemencia al mismísimo Franco.

Hoy, su sentido del anarquismo se ha encauzado por los carriles del sistema democrático, y se ha manifestado como un seguidor del partido izquierdista Respect.

ADRIAN SACK
El Mundo

Ceuta y el Norte de África. República , Guerra y Represión 1931-1944

Ceuta y el Norte de África. República , Guerra y Represión 1931-1944 La investigación histórica tiene una importante deuda para con el pasado reciente de Ceuta., Melilla y el Protectorado Español en Marruecos, especialmente con los períodos de la II República, la Guerra Civil y, sobre todo, la represión derivada de ésta. Por primera vez sale a la luz los datos de la represión en esta zona, con nombres y apellidos.

Este libro viene, en gran media a saldar esa deuda y trata, con especial relevancias unos acontecimientos que pudieron cambiar el curso de la historia como el frustrado atentado al general Franco en un acuartelamiento de Ceuta, a los pocos días del golpe militar, o los primeros momentos de la sublevación en Melilla y la citación crítica por la que atravesó Ceuta durante el bombardeo del día de Santiago de 1936.

La resistencia al golpe del primo del general Franco, de la Puente Bahamonde en el aeródromo de Tetuán (Marruecos) que le costó la vida. El trágico final de personajes muy emblemáticos en Ceuta, como el Doctor Antonio López Sánchez-Prado.

Este libro seguro que no defraudara, muy al contrario, a los lectores y lectoras habituales de la investigación histórica, muy especialmente a los que están interesados por nuestra reciente Historia encontrarán en estas páginas unas fuentes inéditas de sucesos y acontecimientos.

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CAPÍTULOS
1. De la crisis de la monarquía a la segunda república

·Hacia la República
·Elecciones municipales
·Proclamación de la II República
·1º de mayode 1931
·Sánchez-Prado hijo adoptivo de Ceuta

2. El Bienio Republicano-Socialista

·Elecciones a Cortes constituyentes
·Situación de la CNT
·Dimite el alcalde Manuel Olivencia Amor
·David Valverde primer Alcalde socialista
·Gil Robles con la derecha de Ceuta
·Monumento a Galán y García Hernández
·Rotary club
·Dimisión del alcalde
·Visita del Presidente de la República

3. El Bienio Radical-Cedista

·Nuevo Gobierno Republicano
·Constitución de Izquierda Republicana
·Autonomía de Ceuta a debate.
·Octubre de 1934.
·El Sargento ceutí, Vázquez, fusilado.
·ElGeneral Franco destinado a Ceuta
·Reorganización de los partidos de izquierda.
·La enseñanza durante la II República.
·Apuntes para la Masonería

4. El Frente Popular

·Convocatoria de elecciones generales
·La campaña electoral
·16 de febrero de 1936
·Nombramiento del delegado del gobierno
·Partido Comunista de Ceuta
·Sánchez-Prado, militante del Partido Comunista
·Manifestación del 1º de Mayo
·Huelga general

5. Inicio de la Guerra Civil

·Sublevación militar en melilla
·La situación en Ceuta
·La sublevación en Tetuán
·La situación en Larache
·Primeras tropas pasan el Estrecho
·Atentado contra Franco en Ceuta
·Fallece el Comandante General teniente coronel Gautier
·Asalto a la prisión de garcía Aldave
·Ataques navales y aéreos a Ceuta
·Un Convoy marítimo pasa el Estrecho de Gibraltar

6. La Represión

·Ciudad llena de miedos y recelos
·La Falange
·Represión contra la Masonería
·La fosa común
·Fusilado el Comandante de la Puente Bahomonte y el Alto Comisario
·Ejecuciones en la vía pública
·Fusilados 93 militares
·Antonio Parrado Gil
·Presidente de las Juventudes Socialistas
·Fusilamiento masivos en 1937
·Topos y Huidos
·Ejecuciones de tres miembros del partido Comunista en 1944 ·Apuntes para el exilio Ceutí
·Tribunal regional de responsabilidades políticas
·Conclusiones finales sobre la represión

DOCUMENTOS
-Consejo de Guerra al Alcalde de Ceuta Sánchez-Prados

APÉNDICES
-Índice cronológico fusilados en Ceuta
-Índice cronológico de fusilados en la circunscripciónoccidental del Protectorado Español en Marruecos

AUTOR: Francisco Sánchez Montoya (Ceuta, 1955), es miembro numerario del Instituto deEstudios Ceutíes, Premio nacional Edc 2001, Manuel Azaña de investigación histórica. Miembro de la Sociedad de Historia de la Fotografía Española (Sevilla). Sus investigaciones se centran en la Historia Contemporánea, especializándose en la II República, Guerra Civil y Masonería. Autor de libros y estudios sobre la Historia de Ceuta y el Protectorado Español en Marruecos en las IV Jornadas de Historia del IEC,“Ceuta en los Siglos XIX y XX” (2001). El Congreso Los campos de concentración y el mundo penitenciario durante la guerra civil y el franquismoen la Universidad Autónoma de Barcelona (2002), Edc. Crítica 2003. X SymposiumInternacional, La Masonería en España, del siglo XVIII al XXl en la Universidad Carlos III (Madrid,2003).I Jornadas de Recuperación de la Memoria Histórica (Algeciras,2004). Otras obras suyas son, Real Álbum de Ceuta (1992), Cuadernos del Rebellín nº8 (1993), Más de un siglo de Historia (1995,1996,1997) yCuadernos del Archivo Municipal (1998), entre otros.

553 páginas, más de 200 fotos y documentos ISBN: 84-932986-3-8 Editorial Natívola. España

http://www.guerrayrepresion-ceuta-protectorado.com

Abel Caballero presenta una novela sobre la Guerra Civil

Abel Caballero presenta una novela sobre la Guerra Civil El autor afirma que es una obra basada en los sentimientos.
José Blanco fue el encargado de desvelar algunos de los contenidos del libro


El que fuera ministro de Transportes socialista entre los años 1985 y 1988, Abel Caballero, presentó ayer su última novela, El invierno de las almas desterradas (editorial Belacqva). El libro fue apadrinado por el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, en la Casa de Galicia de Madrid. Al evento también acudió la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, que, como desveló ella misma, fue su alumna en la etapa universitaria.

«Esta novela me enganchó desde las primeras páginas, me atrajo como lector de obras de ficción y como político que ha estudiado un período crucial en la historia de España», afirmó José Blanco en referencia a una obra que se mueve entre la República, la Guerra Civil, el exilio, la posguerra y la Segunda Guerra Mundial. El mismo autor afirma que con este libro ha querido mostrar cómo los protagonistas de la época vivieron los acontecimientos y de qué forma afectó a sus sueños e intereses. «Se han escrito muchos libros sobre nuestra contienda, pero hay pocos que reflejen los sentimientos de las personas, qué es lo que les ocurría por dentro», subrayó el escritor pontevedrés.

«Es la descripción cariñosa y justa del espíritu de miles de ciudadanos anónimos que lucharon por unos ideales», afirmó Blanco, quien añadió que durante la lectura de la novela se le hizo difícil diferenciar al compañero del autor, pero que una vez más, con esta novela de acción, espionaje y tesis, Abel Caballero evidencia lo buen novelista que es.
Rebeca Mato
La Voz de Galicia