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MEMORIA HISTÓRICA

Y digo yo ...

El Tribunal Constitucional y la memoria histórica

El Tribunal Constitucional y la memoria histórica El 17 de agosto de 1963, la dictadura de Franco ejecutaba a los anarquistas Francisco Granado Gata y Joaquín Delgado Martínez, miembros de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. Tras ser salvajemente torturados durante seis días, se les aplicó la pena de muerte por un delito de terrorismo, consistente en "provocar explosiones para atentar contra la seguridad pública y perturbar la tranquilidad, el orden y los servicios públicos, empleando medios y artificios capaces de ocasionar grandes estragos". A pesar de las condiciones de la detención, en todo momento afirmaron su inocencia.

En 1996, en un programa de la televisión franco-alemana Arte, y tras una previa declaración ante notario, Antonio Martín Bellido y Sergio Hernández declararon que eran ellos los verdaderos autores de la instalación de los explosivos en 1963. Esta revelación se reprodujo en otros medios de comunicación españoles y también en un programa de TVE en 1997.

Todo ello consta en los antecedentes de la sentencia de la Sala Primera del Tribunal Constitucional 123/2004, de 13 julio, pronunciada con el acuerdo de la mayoría de sus miembros, tras su reciente renovación, que estima el recurso de amparo presentado por familiares de uno de los dos anarquistas ejecutados en el sentido siguiente: se reconoce a los demandantes el derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, de acuerdo con lo que establece el artículo 24.2 de la Constitución; se declara la nulidad del auto de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de 1999, por el que el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria denegó a los demandantes la autorización para interponer recurso de revisión contra la sentencia de 13 de agosto de 1963 del consejo de guerra, dictada en un procedimiento sumarísimo que llevó a la muerte a los dos anarquistas; y, finalmente, dado que se reconoce que los familiares recurrentes no pudieron utilizar todos los medios de prueba pertinentes para sustentar sus pretensiones, el Tribunal Constitucional ordena al Tribunal Supremo retrotraer las actuaciones al momento procesal inmediatamente anterior a aquél en el que la Sala de lo Militar debió resolver en relación con las diligencias probatorias solicitadas por los recurrentes, para continuar la tramitación del procedimiento de revisión de la sentencia de 1963, de conformidad con el derecho a utilizar todos los medios de prueba que procedan.

Es decir, lo que jurídicamente pretendían los familiares, a la luz de las declaraciones de los también anarquistas Martín Bellido y Hernández -y en aplicación de lo establecido por la vigente Ley Orgánica 2/1989 Procesal Militar- era que se revisase una sentencia que contenía un error en el fallo. Un error que supuso la ejecución de dos penas de muerte. No hay duda de que la cuestión que plantea esta sentencia del Tribunal Constitucional es de una gran relevancia, más allá de las muy legítimas pretensiones de los familiares de los anarquistas ejecutados, destinadas a reparar su memoria y, probablemente, también a poner de manifiesto cómo se aplicaba la justicia contra el opositor político en aquella infame dictadura. Porque la estimación de este recurso de amparo, que obliga al Tribunal Supremo a reconocer en toda su integridad el derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes, también constituye un peldaño más en la recuperación de la memoria histórica de aquellos ciudadanos que se opusieron a la dictadura. Y permite arrojar más luz al conocimiento de las instituciones jurisdiccionales franquistas como los consejos de guerra, sus integrantes y las resoluciones que dictaban, así como del arsenal de normas e instituciones de las que se dotó el régimen de Franco para la represión y, en su caso, la aniquilación de la oposición.

Por supuesto, el caso de estos dos anarquistas no era desconocido antes del recurso de revisión. En los antecedentes de la sentencia constan las referencias a diversos medios de comunicación que en España y fuera de ella han abordado el asunto. E incluso ha sido publicado un libro sobre el caso. Y ello a pesar del tiempo transcurrido, circunstancia que aquí resultó inevitable hasta el fin de la dictadura y sus coletazos. En este mismo sentido, alguna televisión autonómica se hizo eco en época todavía reciente de las declaraciones al respecto de un alto cargo de la seguridad del Estado franquista en aquellos tiempos, en las que no tenía empacho en afirmar que si bien no había certeza sobre la autoría de los atentados imputada a los anarquistas, la ejecución de las penas de muerte tenía un valor ejemplarizador y, en todo caso, una función disuasoria. No se olvide que eran unos tiempos -los inicios de la década de los sesenta- en los que tras las huelgas de Asturias de 1962 y la aparición en escena de las clandestinas Comisiones Obreras, el régimen respondía con la dureza habitual, ejecutando si era preciso a los opositores como mejor método disuasorio.Así, entre otros casos, en abril de 1963 ejecutaban al dirigente comunista Julián Grimau; en 1967 moría en las dependencias policiales Rafael Guijarro, y en 1969, el estudiante madrileño Enrique Ruano perecía al ser defenestrado tras un registro policial domiciliario. Mientras, en 1964, la dictadura celebraba los XXV años de su paz.

Pues bien, y volviendo al caso de los anarquistas, a pesar de los elementos de prueba citados, en 1999 la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo consideró que las pruebas aportadas sobre la autoría real del delito fueron escasas y débiles, por su carácter testifical, por el momento en que se propusieron y por la carencia de todo apoyo objetivo. Razón por la cual se consideró que no era posible evidenciar un error patente y manifiesto en el fallo de la sentencia del consejo de guerra de 1963. Pero hay que hacer notar que el Tribunal Supremo hizo abstracción de una parte de las pruebas testificales aportadas y, además, rechazó sin motivación explícita la solicitud de una comisión rogatoria para tomar declaración en Francia a uno de los dos inculpados, Sergio Hernández, residente en París, quien se negaba a hacerlo aquí -a pesar del tiempo transcurrido- por temor -según él- a la justicia española (sic). Secuelas, sin duda -por excesivo que pueda parecer- de los efectos colaterales de la larga noche franquista.

Ahora, el Tribunal Constitucional considera que la valoración por la jurisdicción ordinaria de las pruebas propuestas por los familiares de estos anarquistas no fue respetuosa con el derecho a la tutela judicial, en la medida en que vulneró el derecho de los demandantes a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa. Porque, en efecto, la denegación sin mayor justificación de las pruebas relativas a las declaraciones de los diversos testigos acerca de la no autoría en la comisión de un delito por el que nada menos que fueron ejecutados Delgado y Granado, impidió a sus familiares fundamentar en toda su integridad la procedencia del recurso de revisión de la sentencia del consejo de guerra de 1963. A este respecto, el canon

interpretativo empleado por el tribunal, ya reiterado en su jurisprudencia, resulta de todas formas de especial interés para el caso, a saber: la revisión de sentencias firmes constituye una derogación del principio de cosa juzgada, que es una exigencia del principio constitucional de la seguridad jurídica, esto es, de la previsibilidad que ha de caracterizar al derecho. Por esta razón, la revisión es un recurso de carácter excepcional, que ha de ser objeto de una interpretación estricta.

En este sentido, la jurisprudencia constitucional ha insistido en que la revisión de sentencias penales está sometida, tanto en el ordenamiento jurídico español como en el derecho comparado, a una serie de cautelas, cuyo objeto no es otro que el de mantener un necesario equilibrio entre las exigencias de la justicia y de la seguridad jurídica. En el caso de estos anarquistas, la cuestión debatida se centra en procurar una decisión justa, que habría de pasar, eventualmente, por una revisión de la sentencia del consejo de guerra de 1963, pero de acuerdo a criterios con base constitucional. Y para ello es preciso que la revisión se fundamente en pruebas que muestren el error en la decisión judicial.

Y lo que ha dicho el Tribunal Constitucional es que, hasta el momento, ello no ha sido posible, porque la falta de motivación por parte del Tribunal Supremo a su negativa a practicar determinadas pruebas ha impedido a los demandantes hacer uso de todos los medios de prueba pertinentes. A este respecto, resulta de especial relevancia la posición jurídica adoptada por la jurisdicción constitucional, según la cual la revisión de sentencias no es tanto un recurso como una vía de impugnación autónoma que se aproxima al derecho del recurrente a acceder a la jurisdicción ordinaria, en este caso, al Tribunal Supremo. Por tanto, con la presentación de un recurso de revisión no se trata de apreciar, prima facie, desde ese primer momento procesal, si existen pruebas indubitadas suficientes para evidenciar el error en el fallo, sino de valorar si hay una base bastante para dar curso a la revisión.

En el caso planteado por los familiares de los anarquistas ejecutados, el Tribunal Constitucional ha considerado que siendo las pruebas propuestas pertinentes por su relación con los hechos, y resultando clara su relevancia, no puede entenderse razonable su denegación por la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo. Por esta razón, éste ha violado el derecho a la tutela judicial. Y sin que en defensa de su posición pueda argüirse que la Constitución no se aplica retroactivamente.

Por tanto, esas pruebas deberán tramitarse por el Tribunal Supremo y del resultado de las mismas habrá que deducir -entonces sí- si hay base suficiente para el recurso de revisión de la sentencia del consejo de guerra. Sólo por eso, que ya es importante, la sentencia de la Sala Primera del Tribunal Constitucional es una referencia para el lento proceso de recuperación de la memoria histórica de la represión.

Marc Carrillo es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra.

FEDERICA MONTSENY: “O matamos nosotros, o nos matan ellos”

FEDERICA MONTSENY: “O matamos nosotros, o nos matan ellos” "¿QUÉ DE EXTRAÑO tiene que hayamos quemado iglesias? ¿Son controlables las masas desbordadas ante la injusticia y el atropello?"
"TENEMOS LA seguridad de que no se producirán luchas fraticidas que puedan malograr mañana la obra revolucionaria"


La realidad es ésta: un enemigo apoyado internacionalmente por potencias fascistas. Frente a este enemigo, un pueblo valiente, un pueblo entusiasta, un pueblo que, además de luchar contra el fascismo, comprende que ha sonado la hora de las grandes transformaciones sociales y que construye sobre la marcha. Junto a este pueblo, dos naciones unidas en la lucha a favor del proletariado español. El enemigo, armado y apoyado internacionalmente por esa farsa de neutralidad, ha conseguido algunas victorias; y aunque no las hubiera conseguido, ha concentrado su esfuerzo máximo en la conquista de Madrid, que representa para él la legalidad de la insurrección facciosa y para que los países legalicen su existencia de gobierno faccioso.

Es preciso que todo el pueblo de Catalunya, es preciso que Barcelona y España entera, que tienen la seguridad de la victoria por su heroísmo y energía y además por el apoyo de todo el mundo antifascista, se una en un esfuerzo máximo para batir de una vez para siempre esta intentona suicida.

Abordaré también con resolución otro de los aspectos del problema: hasta hoy, la revolución ha sido identificada con un sentido un poco frívolo. Pasadas las heroicas jornadas del 19 y 20 de julio, pasado este momento en que Barcelona supo conquistar los reductos en que se habían atrincherado los facciosos, se ha sucedido un momento de calma. Es preciso que todos se reintegren a la gran obra revolucionaria, impuesta por las circunstancias. Es preciso que termine este momento frívolo, en que los momentos se aprovechan viviendo lo mejor posible y preocupándose lo menos posible.

Tenemos la seguridad absoluta de que no se producirán entre nosotros luchas fratricidas que puedan malograr mañana la obra revolucionaria. Estamos aquí reunidos UGT, CNT, FAI y PSU; están aquí escuchándonos representantes de todos los partidos republicanos, desde los más extremistas a los más moderados, unidos en el mismo sentimiento que ha levantado al pueblo español contra el fascismo, ante la convicción clara de que el fascismo representaba la anulación de todos los derechos elementales conquistados por el pueblo. La España militarista, de clérigos, de pollos bien, de cocotas aristocráticas y burócratas, que ha arrastrado siempre su roña, sus piojos y sus vicios..., frente a esta España vieja y muerta se levanta la España nueva: la España del trabajo y de las organizaciones obreras conscientes de su misión y pleno espíritu de responsabilidad, para forjar sus destinos. ¿Era posible esto? ¿Sería posible esta reconstrucción, esta autocreación de España, sin que estuviéramos unidos de una manera lógica?

Hemos aspirado constantemente, UGT y CNT, a conseguir esta unidad sagrada, unidad a la cual no va unida solamente la victoria contra el fascismo, sino también la reconstrucción de España. Se necesitaba una revolución, que no se hizo el 14 de abril y la hacemos ahora. Esto no podrá conseguirse por los cauces legales. Los compañeros socialistas se habrán dado cuenta y por esto se lanzaron a la calle, a la lucha, y a nosotros los anarquistas también nos ha enseñado la experiencia que no era posible una transformación si no nos poníamos frente a los órganos del poder; esto han debido reconocerlo todos. Lo hemos reconocido y sostenido siempre. Hoy, en realidad, las diferencias ideológicas que nos separaban han desaparecido, por cuanto nosotros hemos aceptado los hechos consumados, que nos obligaban a tomar parte en la dirección del país; de los hechos que demostraban que sin la unión de las masas no podía insinuarse en España el socialismo.

Quisiera, camaradas; quisiera, trabajadores; quisiera, mujeres antifascistas, quisiera que todos vosotros os dierais cuenta de lo que nosotros somos en este instante para el mundo entero. Individualmente considerados, somos seres ni más ni menos que los otros; somos, en una palabra, hombres y mujeres condenados a ver transcurrir su vida, como transcurre la de los animales; pero, colectivamente, ¿sabéis lo que somos como pueblo enfrentado no sólo contra el fascismo interior, sino también contra el exterior? ¿Sabéis lo que es España con su lucha heroica, con su combate incesante? Si el fascismo triunfara en España, pronto esta Francia que tan poca solidaridad nos ha prestado, y que es una ofensa para España, pronto esta Francia sería víctima del fascismo, y lo sería también el pueblo belga. Por lo tanto, es necesario presentar esta unión a los ojos del mundo como un ejemplo para el triunfo de la clase trabajadora.

Si vemos fijos en nosotros los ojos afiebrados de todos los trabajadores; si nosotros representamos la esperanza de la resurrección espiritual democrática; si nosotros representamos esto, nuestra vida individualmente considerada no tiene importancia alguna; tiene importancia grandiosa nuestra existencia como colectividad y como pueblo, como nación rebelde colocada frente al fascismo internacional, en defensa de los derechos del hombre, continuadora del espíritu de la revolución rusa. Como colectividad y pueblo, nosotros lo somos todo, y a ello sometemos nuestra existencia individual. Si cada uno de vosotros sintiera desintegrarse, crecer dentro de sí mismo, este sentimiento de responsabilidad, estoy segura de que aunque nos faltaran las armas y la solidaridad internacional integrada por Rusia y México, tengo la seguridad, repito, de que hasta inermes venceríamos al fascismo. La victoria y el triunfo lo conquistan siempre los pueblos cuando quieren. Cuantos hayáis leído la revolución francesa, sabréis que para tomar la Bastilla fue preciso llenar los fosos de cadáveres; y cuando estuvieron llenos, el pueblo entró como un alud en la Bastilla, que no pudo resistir su ímpetu formidable.

¿Sabéis lo que ha sido la entrada de los fascistas en las poblaciones, valiéndose de los moros que han traído a España y de los soldados del Tercio, presidiarios reclutados en todas las penitenciarías del mundo? Pues sabed que en Villafranca de Bidasoa entraron los fascistas tras una lucha de muchas horas; ¿y sabéis lo que hicieron con una muchacha de quince años? La cogieron, la violaron, la crucificaron y, pareciéndoles poco, un mercenario le clavó la navaja en las partes, abriéndola hasta la barbilla. ¿Sabéis lo que hicieron con un compañero las bestias del requeté? Le cogieron, le torturaron, le mataron, le despedazaron y lo mandaron en una caja a los milicianos de Irún. ¿Sabéis lo que hicieron los fascistas en La Coruña al camarada Villaverde? Pues le prepararon una muerte digna de Vercingétorix; después de haberle fusilado, lo ataron a la cola de un caballo y lo arrastraron por las calles del pueblo. Otro ejemplo del sadismo de estos canallas: vivía en Ceuta un naturista, Miguel León; muchos de vosotros lo conoceréis, un viejo de luengas barbas; pues le cogieron y le fusilaron despúes de haberle arrancado pelo a pelo toda la barba...

Nosotros hemos hecho fusilamientos, pero ningún tormento, ningún refinamiento de crueldad, y lo hemos hecho porque, o matamos nosotros, o nos matan ellos. ¡Pero jamás se ha deshonrado la revolución o las milicias con el atropello o la violación! Al contrario, por exceso de generosidad hemos respetado a muchas mujeres, que luego hemos encontrado en los frentes sirviendo al espionaje. La crueldad, el sadismo, la barbarie, están en la reacción; el espíritu del fascismo, el espíritu de Anido y Arlegui, revividos en la figura de esos frailes trabucaires, en la persona de esos frailes que no vacilaron en traer a España regulares moros, alemanes e italianos, que no vacilaron en despedazar a España, ofreciendo a Alemania, Italia y Portugal trozos de nuestro suelo a cambio del apoyo más descarado. En cuanto a los periodistas extranjeros, ávidos de cazar noticias, es preciso decirles que los obispos no son de los nuestros, no del pueblo, del pueblo generoso y notable.

¿Qué de extraño tiene que en España hayamos quemado conventos e iglesias? ¿Acaso son controlables las masas desbordadas ante la injusticia y el atropello? En España no se ha destruido; y si se ha matado, ha sido por la convicción de que era preciso y con pleno conocimiento de causa. En Rusia, en los primeros días de la revolución, el pueblo lo destruyó todo y tardaron dos años en reconstruir las máquinas y vaciar de agua las minas, que el furor de las masas había anegado. Aquí no se ha hecho esto, y que lo sepan los periodistas extranjeros que recorren los frentes.

Obreros de las fábricas, de los talleres, del campo, técnicos e intelectuales, que sentís en vosotros el sentimiento de la dignidad humana enfrentándola contra quienes prostituyen la libertad y el derecho, sumaos a nuestro movimiento gigantesco; ayudadnos a luchar en el frente. Os lo pedimos por solidaridad, por nosotros, que os movilicéis individualmente y colectivamente, y que todos se sientan soldados, no sólo para defender España contra el fascismo, sino para conseguir un máximo de bienestar, de justicia entre todos. Os lo pedimos a vosotros que representáis a la España donde se exaltan y se manifiestan los valores auténticos de la raza ibérica; os lo pedimos como españoles incluso. Dentro de cada uno de nosotros, aunque sea socialista, anarquista o republicano, hay el orgullo de una raza fuerte, que tiene características étnicas y regionales bien definidas, que forman el conglomerado de razas más bravas del mundo. El pueblo ha sido desde los tiempos más remotos el realizador de obras únicas y formidables. Sabemos de las pirámides de Egipto, pero no sabemos de parias, de ilotas que arrastraron los grandes bloques y que murieron aplastados bajo ellos. Las grandes obras las hemos hecho nosotros, las multitudes famélicas de todo el mundo, arrastrando el hambre y la sed de justicia que defendemos contra el fascismo, que es tiranía y destrucción de todos los valores morales y espirituales del hombre.

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FEDERICA MONTSENY
Primera mujer que ocupó una cartera ministerial en Europa. La participación de los anarquistas en el gobierno republicano, en contra de su ideario, se ha de entender en el clima excepcional que siguió al levantamiento militar. Es este clima de euforia, tras haber parado el golpe militar, el que se palpa en el mitin de la Monumental, el 25 de octubre de 1936, donde los líderes de las principales organizaciones obreras, Montseny por la FAI, exaltan la unidad de acción como el camino para el triunfo de la revolución. (Extracto)

Artículo publicado en La Vanguardia en la sección "Grandes discursos del siglo XX"

París rinde homenaje a sus libertadores españoles

París rinde homenaje a sus libertadores españoles Mientras en Francia se homenajea a la resistencia española durante la II Guerra Mundial, en la España democrática se sigue negando el merecido reconocimiento a los luchadores antifascistas, decenas de miles aún yacen en fosas comunes, los pocos que aún quedan vivos son olvidados por la Administración, aún tienen antecedentes penales como vulgares delicuentes o asesinos, eso sí las calles, plazas y parques de las ciudades del Estado español siguen plagadas de nombres de sanginarios generales franquistas, de sanginarios políticos como Arias Narro (el carnicerito de Málaga) o de estatuas ecuestres o no del dictador Franco.
Mientras aquí hace bien poco, Pedro J. director del diario EL MUNDO, escribía en una editorial que no había que remover el pasado, que había que olvidar...


"¡París!, París ultrajado, París roto, París martirizado, pero también París liberado, liberado por sí mismo, liberado por su pueblo con la ayuda del Ejército francés, con el apoyo de toda Francia, de la Francia que lucha, la única Francia, la auténtica Francia, la Francia eterna". Son las palabras pronunciadas por el general Charles de Gaulle hace 60 años, el 25 de agosto, desde el balcón del Ayuntamiento de la capital francesa. Celebraba la liberación de la ciudad pero también intentaba darle un sentido histórico. De Gaulle reconocía el papel jugado por la Resistencia interior, es decir, por grupos sobre los que él ejercía un control muy relativo, al tiempo que procuraba reforzar el aspecto estrictamente nacional de la gesta. París se libera sin ayuda de nadie. La presencia de tropas estadounidenses, canadienses o británicas, desembarcadas en Normandía desde el 6 de junio, o de los 300.000 soldados franceses procedentes del Ejército colonial y que, con la ayuda aliada, avanzaban desde Provenza a partir del 15 de agosto, es olvidada por De Gaulle.

Los parisienses que el día 24 de agosto ocupaban el Ayuntamiento salieron a recibir tres blindados que, a las 21.22, habían ocupado la plaza delante del edificio. Eran los liberadores llegados del exterior, los que iban a garantizar el éxito de la rebelión parisiense comenzada el día 10 a través de una huelga de ferroviarios, a la que se sumó la policía y, un día después, los empleados de correos. "Creíamos que eran americanos. Hablaban mal el francés pero resultaron ser españoles, los republicanos españoles de la División Leclerc", explica Léo Hamon, un resistente francés. Uno de esos republicanos, Lluís Royo Ibáñez, catalán, hijo de aragoneses, militante de Esquerra Republicana, había vivido una sorpresa semejante en noviembre de 1942. "Entonces estaba en Marruecos. Había cruzado la frontera [francesa] de Prats-de-Mollo tres años antes, después de la debacle, apenas cumplidos los 18. Durante casi un año, tras pasar unos meses por el campo de concentración de Agde, había podido trabajar como payés cuidando viñedos, pero tras la derrota francesa ante los alemanes la prefectura no quería renovarme los papeles. Los gendarmes empezaron a hacerme chantaje: o bien me iba a trabajar a Alemania reemplazando a un francés, o bien me expulsaban hacia España. Quedaba una tercera opción: apuntarse a la Legión extranjera". Y la Legión le llevó primero a Argelia, luego a Marruecos. "Ahí viví la llamada Operación Torch, el desembarco aliado en África. Los primeros americanos que vi hablaban español. ¡Eran mexicanos! Ellos tenían cigarrillos y yo chocolate. Yo estaba con un belga, teníamos que defender una posición con un mortero, pero ni él ni yo sabíamos manejarlo. Además, ¡no íbamos a dispararles a los aliados!".

La nueva situación africana le permitió abandonar la Legión y sumarse a la mítica 2DB, la II División Blindada del general Leclerc, que venía de Chad. "Me integré en la novena compañía, la nueve, en español, porque ahí todos éramos españoles, excepto el capitán Dronne, que lo chapurreaba pero lo entendía todo. Él hablaba muy bien el alemán". Y muy pronto todos embarcaron para el Reino Unido. "No, Inglaterra no. Desembarcamos en Gales y luego nos llevaron a entrenar a Escocia. El trayecto marino, con un barco de fondo plano, es uno de los peores recuerdos de mi vida". Lluís Royo dice no haber tenido nunca miedo durante toda la II Guerra Mundial. "Todo el miedo posible ya lo había gastado durante la batalla del Ebro, en la trinchera, casi enterrado bajo tierra, aguantando cañonazos durante más de una semana". Llegar a Normandía en su blindado -"como todos los de la nueve, tenía un nombre de batalla española: Belchite, Guadalajara, Teruel, Guernica... Después de entrar en París los rebautizaron. El mío pasó a llamarse Libération"- no le impresionó, aunque guarda un mal recuerdo de "las exigencias reglamentarias de los yanquis, que te hacían saltar tan cargado de material que, si caías al agua, te ahogabas".

Para Lluís Royo, que se ha quedado a vivir en Cachan, en las afueras de París, al lado de la calle dedicada a la División Leclerc, la misma calle por la que él transitó para liberar París, "la II Guerra Mundial era la continuación de la Guerra Civil de España. Yo no luché por liberar Francia, sino contra Hitler, Mussolini y Franco. Y esa lucha pasaba por entrar en París". En la capital tuvo que desalojar a los alemanes que ocupaban el edificio de Les Invalides, pero de eso no quiere hablar, prefiere recordar "a los soldados mutilados que estaban albergados allí: ciegos, sin piernas o sin brazos, desfigurados. Era espantoso". La liberación de París no fue un paseo, aunque los alemanes pusieron un empeño escaso en conservar la ciudad. La 2DB tendrá 130 bajas. Unos mil resistentes parisienses también perdieron la vida, así como 600 ciudadanos anónimos, atrapados por la batalla. Las bajas alemanas serán superiores a los 2.000 muertos. "La 2DB estaba integrada por 14.500 soldados, de los cuales unos 3.500 éramos españoles. De la nueve soy el único que sigue con vida". Royo no llegó, como alguno de sus camaradas, hasta Berchtesgaden, el refugio de Hitler. "Me hirieron en el Mosela, una región francesa que los alemanes consideraban alemana. Aún tengo metralla en los pulmones. Querían internarme en un hospital francés, pero mi capitán me envió a Inglaterra. Allí tenían penicilina y aquí, en Francia, todo lo arreglaban a base de agua y buenas palabras".

Las buenas palabras para los españoles fueron escasas. Su condición de soldados de un Ejército derrotado, el republicano, les dejó sin glosadores. Los franceses andaban empeñados en evitar el oprobio de una Administración americana, como la que dirigía Italia. De Gaulle ponía todo el énfasis en la participación francesa en las operaciones militares que iban a llevar a los aliados hasta el corazón de Alemania. "Pero fueron los americanos los que no quisieron que los aliados cruzaran los Pirineos y acabaran con Franco, como sí acabaron en cambio con Hitler y Mussolini. Algunos de mis colegas de la nueve, una vez en París, dejaron el Ejército para participar en la tentativa guerrillera de liberación del Valle de Arán. La verdad es que entonces los franceses ya no nos necesitaban. En París había miles de jóvenes que querían enrolarse". Lluís Royo, que no volvió a España hasta finales de los años cincuenta -"mi familia había venido varias veces a verme aquí pero yo, cuando fui a Barcelona, recibí la visita de la policía, y si iba a visitar a viejos amigos luego ésos también eran interrogados por la policía"-, vive de una modesta pensión que cobra del Estado francés. "Y con una de mis hijas, que me cuida muchísimo". Está contento de que ahora Francia y París les recuerden, pero piensa "que todo eso había que haberlo hecho diez años después de acabada la guerra, cuando el poder francés ya estaba consolidado y nosotros ya hacía tiempo que no éramos ninguna amenaza para Franco". Como el Miralles de la novela de Javier Cercas, Soldados de Salamina, Royo ha combatido en medio mundo, bajo distintas banderas, pero siempre a favor de la libertad. Ahora es uno de los protagonistas de un filme de Jorge Amat para la televisión francesa, le conceden la Legión de Honor y una placa en la fachada del Ayuntamiento recordará el acento español de los libertadores de 60 años atrás.

La fiesta de la historia

El presidente francés, Jacques Chirac, y el alcalde de París, Bertrand Delanoë, presidirán el día 25 el acto central de conmemoración de la liberación de París. Un espectáculo musical de Jérôme Savary ocupará la plaza de la Bastilla y todos los parisienses han sido invitados a sumarse al baile vestidos a la moda zazou, la de principios de los años cuarenta. Antes, el día 24, se descubrirá la placa con la que el Ayuntamiento de la capital rinde homenaje a los republicanos españoles que entraron en la capital. El presidente del Senado español, Francisco Javier Rojo, acompañará al alcalde.

La iniciativa que rinde homenaje a quienes comenzaron el combate en España en 1936 tiene un cierto valor de reparación, tal y como lo reconoce Anne Hidalgo, primera teniente de alcalde de París e hija de una familia de republicanos españoles. "Es una parte de la historia que ha sido ocultada. Estoy muy contenta de que se haga luz sobre los hechos precisamente durante mi mandato. Sólo lamento que no pueda estar presente Étienne Roda-Gil, que hubiera leído sus poemas. Para él, la causa de la República española era una parte importante de su vida". El poeta y letrista Roda-Gil, hijo de anarquistas catalanes, falleció el pasado mayo, sin poder hacer realidad la Fundación de Ayuda a la Creatividad que quería crear en Perpiñán.

La transición española y la recuperación de la memoria histórica; de la amnesia a la esclerosis múltiple

La transición española y la recuperación de la memoria histórica; de la amnesia a la esclerosis múltiple El diagnóstico de amnesia a esclerosis múltiple es aplicable sólo a esos jóvenes fervorosos por consumir,que desprecian a nuestros mayores: esos sabios consejeros.

Como alumno de Bachillerato en los años 70, me engañaron en la asignatura de Historia española, y como yo, supongo que la mayoría de los que estudiaron en esa época: las escuelas nos presentaron un modelo de transición ejemplar y exportable a países como Chile, donde parece que también se lo creyeron.

Nos enseñaron que pasamos de una dictablanda -término costoso de aclarar- a una democracia, con unas figuras políticas -por ejemplo Suárez- a las que el pueblo debía de estar agradecido, por evitar derramamientos de sangre. La jubilación de los escuadrones de la muerte -como la triple A o el batallón vasco- no fué tarea fácil. ¿Una soterrada ley de punto final?

Aparentemente, resulta incomprensible el paso de una dictadura a una democracia sólo mediante diálogo y buenas mañas -haría falta ser un mago con un buen conejo de la suerte para que todo salga bien- y es que cuando analizas con un poco de profundidad te enteras de que no cuadran las cuentas.

La estampida de artistas como Picasso o Buñuel, Miguel Hernández en prisión, el corredera, el asesinato de García Lorca son sólo los casos más conocidos. La clandestinidad -un partido comunista de siniestra trayectoria como revela el papel que desempeñaron en esos años y cuya legalización implicó muchas más cosas-, Intelectuales rumbo a México o la Argentina, claro indicativo de las cabezas pensantes que pasaron a gobernar el país, que siguen ejerciendo su influencia, lo cual explica la trayectoria actual de la cultura, de la política, de las relaciones humanas...
En los caminos de la historia hay paralelismos que son inevitables; ¿Tendrá la historia de España aspectos en común con la operación cóndor en el cono sur latinoamericano? Quizás el miedo, el uso del terror y los silencios pactados; los juicios sumariales sin garantías legales, el secuestro de obreros sindicales en horas de madrugada. Un patrimonio que va cambiando de dueño de la noche a la mañana, sin respeto a la sacrosanta propiedad privada. Campos de concentración como el de Gando o las Isletas, ambos en la isla de Gran Canaria, con fotos que son testimonios evidentes.
Si en Chile eran lanzados desde un avión militar, en Gran Canaria eran empujados por un desfiladero, incluído un experto en lucha canaria que arrastró consigo al militar que lo empujaba a golpe de bayoneta: anécdota popular que sólo los viejos cuentan. Este desfiladero tiene por nombre la cima de Jinámar, y todavía algunos mayores recuerda,pero enseguida se les inundan los ojos de lágrimas. Tortugas de caparazón duro que no hablan mucho, algunos tampoco olvidan. Te los puedes encontrar en cualquier pueblo. El silencio pactado de las fosas comunes que ahora se empiezan a destapar revela la otra historia,la de una matanza de perfil ideológico. El contraargumento de que en una guerra tanto mataron falangistas como republicanos, todos por igual, -colorín colorado y corremos el telón apresuradamente- es un contraargumento falso. Si recuperamos la memoria histórica nos percatamos de que en 1936 triunfó el Frente popular; una coalición de centro izquierda, con iniciativas legislativas como las de proclamar un estado laico, una reforma militar y una reforma agraria.
Altos oficiales del ejército, potentados terratenientes, y un sector de la burguesía financiera, con la venia de la Iglesia, están dispuestos a defender sus intereses a como dé lugar, iniciando el golpe militar de julio 1936, con una represión meticulosamente planeada. Refrescando la memoria nos encontramos con que quienes inician la guerra, creando caos y desorden, son esas fuerzas militares, aliadas con sectores de la burguesía, con el beneplácito de la Iglesia Católica, frente a un gobierno Republicano elegido por el pueblo, cuyas medidas no favorecían los intereses de estos sectores.
Cada vez que se toman medidas populares, buscando atender las necesidades de la mayoría, la sospecha de derrocamiento está presente.
Esclareciendo: nos encontramos con otra historia muy diferente de la que nos contaron en las escuelas.

Isidro Espinosa
Rebelión

DUELO TRAS 60 AÑOS DE ESPERA

Felipe González tuvo la ocasión, en los años 80, de honrar la memoria de la guerra civil española, acaecida 50 años antes, pero no lo hizo porque la prioridad era "que España funcionara". Luego lo lamentó, como confiesa a Juan Luis Cebrián en El futuro no es lo que era , cuando dice sentirse "responsable en parte de la pérdida de nuestra memoria histórica".

A su amigo Helmut Kohl, a la sazón jefe de Gobierno de la República Federal Alemana, le ocurrió la misma amnesia cuando le sorprendió el medio siglo de la segunda guerra mundial, en los años 90, digiriendo la reunificación alemana, que era la prioridad política. La gravedad de ese olvido queda bien patente cuando la fecha del 8 de noviembre, que hasta la caída del muro en 1989 era recordada como "la noche de los cristales rotos", pasó a ser celebrada como el día del asalto popular al muro de la vergüenza.

Pero lo que los alemanes no hicieron cuando tocaba --los 50 años de cualquier acontecimiento no suelen pasar en vano-- lo están haciendo ahora, al cumplirse los 60: enfrentarse a la parte más dolorosa de su propio pasado. Para entender lo que significa para el pueblo alemán la memoria conviene tener presente la diferencia entre historia y memoria. La historia es un asunto del conocimiento, mientras que la memoria es una actitud moral. Libros alemanes de historia sobre lo ocurrido en Europa en esos 31 años que van de 1914 a 1945 --lo que el historiador Eric Hobsbawm llama la "era de la catástrofe"-- hay muchos y bien podemos decir que lo sabemos todo. La memoria, sin embargo, es un gesto moral que se encierra en dos palabras: duelo y deuda.

El duelo consiste en volver la mirada a la barbarie y fijar la mirada en las víctimas y sus herederos. Es lo que ha hecho Gerhard Schröder yendo hasta Varsovia para confesar públicamente la vergüenza de los alemanes actuales ante los polacos por la destrucción de su ciudad por los nazis, ante la pasividad, por cierto, del Ejército soviético. Willy Brandt ya se había humillado ante las víctimas del gueto de Varsovia, pero faltaba honrar a las víctimas polacas. Duelo igualmente por los generales autores de un atentado fallido el 20 de julio de 1944 y por un puñado de militares y civiles --entre ellos el famoso teólogo protestante Dietrich Bonhöffer-- que intentaron sin suerte un golpe de Estado en marzo de 1943 y fueron ahorcados unas semanas antes del final de la guerra. Esas víctimas no fueron traidores sino servidores de una eminente conciencia cívica.

Las víctimas no tienen colores políticos. Lo propio de la víctima es que es inocente y hay inocentes en todos los campos de batalla. Uno de los aspectos más reseñables que nos traen estos 60 años de distancia es el de haber abierto la mirada compasiva hacia las víctimas alemanas causadas por los vencedores en general y por el Ejército soviético en particular. Los sevicias que se cometieron contra alemanes de los Sudetes, por ejemplo, una vez acabada la guerra, están a la altura de las torturas en los campos de exterminio judío, como narra alguien tan poco sospechoso como el intelectual y dirigente socialista Peter Glotz. Duelo pues también por esas víctimas y con sus feudos en nombre de la justicia.

La deuda completa el duelo al reconocer la vigencia de la injusticia cometida a esas víctimas. La democracia posterior, la que hoy disfruta la sociedad alemana, tiene una deuda con estos compatriotas que arriesgaron su vida para acabar con la de Hitler. Es una deuda que no admite pago equivalente --¡habría que devolverles la vida!--, pero que tiene sentido si las generaciones posteriores se sienten deudores de esos gestos extremos y establecen una relación entre la democracia actual y la decisión de los Stauffenberg o Bonhöffer de poner fin al hitlerismo. Sólo entonces, sólo tras el ejercicio colectivo de duelo y deuda podemos convertir la memoria de la barbarie nazi en el mejor antídoto contra nuevas formas de opresión.

¿Y España? Tenemos por delante duelo y deuda con las víctimas de la guerra civil de la que hay mucha historia y poca memoria.

Cuando Felipe González confesaba su responsabilidad por la amnesia colectiva respecto de nuestro pasado más doloroso, pensaba en el daño que ese olvido infligía a los jóvenes: pueden crecer y vivir y hasta ser un día responsables políticos "sin que (el pasado) les conmueva porque ni siquiera conocen lo que ocurrió". Se les priva del antídoto más eficaz contra el peligro de repetición de la barbarie. Creerán que la democracia es un producto tan natural como las setas o hasta una emanación biológica de la dictadura. Les habremos privado de la gran lección moral que se desprende de la historia europea del siglo XX: que quien olvida la catástrofe está condenado a repetirla. Alemania, el país del hitlerismo, es consciente de esa lección y los españoles no deberíamos olvidar que nuestra guerra civil es una clave mayor de esa "era de la barbarie".

REYES MATE
Diario de Córdoba

Estrategia política y memoria (histórica) en el estado de mercado

Estrategia política y memoria (histórica) en el estado de mercado El que no esté seguro de su memoria debe abstenerse de mentir
Michael de Montaigne

Llevamos ya una temporada larga a vueltas con la memoria (histórica) como si sacáramos del arcón de la nostalgia los recuerdos del abuelo republicano cada vez que los tiempos invitan a mostrar aquello que, en realidad, queremos ocultar. Este fenómeno de recuperación simbólica (política y psicológica) de la II República, de su tradición liberal de lucha por el progreso social, de sus descoloridas tricolores y de su talante democrático, está siendo organizado, con riqueza de medios materiales, desde las tranquilas orillas del pensamiento único. Poco importa que el evento en cuestión (el espectáculo capitalista gira al compás binario de acontecimientos programados por los poderes económicos y difundidos por su propaganda) sea una muestra antológica de fotografías de Robert Capa (con libro en tapa dura y tapa blanda, para todos los bolsillos), el aniversario de algún escritor olvidado y recuperado para distintas causas (Rafael Alberti, Manuel Azaña, Max Aub o María Zambrano por citar sólo algunos ejemplos recientes), una exposición sobre el exilio organizada por la Fundación Pablo Iglesias con sus discursos y carteles (que luego adornarán las casas de los bienpensantes junto al libro de Capa, se entiende) o un reciente e incalificable acto de desagravio sentimental (no político) con hilo musical de canciones protesta como el llevado a cabo por el Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid (el interesado desconocimiento de algunos ediles es sólo comparable con el tamaño de su vanidad organizativa).

Este concierto-homenaje, en una noche de estrellas y pequeñas llamas de mechero que recordaron emotivos instantes de la Transición (cuando matamos a Franco de muerte natural: la reforma política sin reforma política, los Pactos de la Moncloa –aquella definitiva claudicación sindical-, la legitimación constitucional de la hereditaria monarquía franquista o la dinámica del consenso y el olvido puesta en marcha por las cúpulas de los partidos) refleja, con triste exactitud, la esencia de lo correcto que se ha instalado, de forma mayoritaria, en el proceso de recuperación de la memoria (histórica). Con total desprecio de lo sucedido, sin secuencia argumental ni justificación política, sin saber de qué se trataba en realidad -ya que los hechos concretos del pasado se escamotearon-, sin mencionar ni una sola vez -para qué- la adscripción ideológica de los combatientes homenajeados (comunista, anarquista o socialista, ente otras variantes de la izquierda), sepultando la identidad bajo el genérico y nada comprometedor “republicanos", ignorando -como si fuera asunto menor- quiénes patrocinaron el evento, qué difusión mediática tuvo, quién le dio cobijo en sus o­ndas radiofónicas y, a modo de colofón, cuál ha sido la sorprendente trayectoria -cuando menos errática- de algunos de los participantes, el democrático ayuntamiento cubrió con brillantez el expediente, quedó bien con sus jóvenes votantes y alimentó la esperanza de una España mejor de la mano amable y mustia del presidente Rodríguez Z. Que el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid (anfitrión del festival) esté en estos momentos gobernado por Izquierda Unida refleja tan sólo el descontrol ideológico y político que preside la vida cotidiana de esa triste organización. Sirva como significativa anécdota la ovación que recibió Paco Ibáñez, instantes antes de arrancarse por enésima vez con su célebre versión musical del poema de Alberti, A galopar, cuando recordó que el franquismo había terminado el 14 de marzo del 2004. Imagino que el insigne trovador del Olimpia parisino -una de las referencias musicales de la izquierda durante las grises tardes de la dictadura- incluyó en su contabilidad los catorce años del PSOE.

Esta supuesta reparación emocional, en la que participan desde asociaciones hasta partidos políticos del ámbito de la socialdemocracia -¿quién está, en realidad, fuera del reformismo?- está contando con la incorporación espontánea y activa de muchos artistas de variedades e intelectuales -del estelar elenco No a la Guerra- deseosos de reconquistar el tiempo perdido tras la oscuridad (para ellos, para todos) de dos furiosas y violentas legislaturas del PP, un período negro en el que, quizá, su proyección mediática como artistas progresistas -con la sustancial merma de ingresos económicos que eso representa- no ha sido como sus representantes deseaban. En fin, cosas que ocurren.

Tras la derrota electoral de PP, y coincidiendo -no deja de ser casualidad- con la boda real (la estudiada unión entre la católica monarquía hispana y una dinámica periodista formada en el singular universo PRISA-Sogecable), el PSOE se ha lanzado a una campaña de reivindicación de algunos de los valores de 1.931. La recuperación parcial e interesada de la memoria histórica (histérica y delirante en algunos casos) no es otra cosa que una enorme operación de maquillaje político, de relectura de un pasado marcado por el conflicto económico y militar (desde la lucha de clases a la lucha de trincheras) que ahora se presenta -gracias a la mediación del PSOE y sus satélites- como un conflicto de conciencias. En este sutil proceso recuperativo, la guerra de España (nombre preferible -por muchas razones- al de guerra civil) no es presentada como la expresión última, armas en mano, de la lucha de clases o como la resistencia de la república de trabajadores de todas clases contra el fascismo. En realidad, y al hilo del dulce revisionismo moral que se está instalando en el pensamiento colectivo, la guerra de 1936-1939 fue la consecuencia directa del empuje de los comunistas, anarquistas y demás fuerzas transformadoras que llevaron a la laica y burguesa república (una república moderada en sus planteamientos políticos y económicos aunque ambiciosa en la regeneración ética de la sociedad, algo parecido al no-programa de Rodríguez Z.) a una situación de caos, a una sovietización, que sólo pudo ser detenida -a golpe de crucifijo y fosa común- por el alzamiento militar.

En esta línea ideológica no sólo se encuentran los indescriptibles trabajos de los señores de la Cierva, Vidal o Moa sino todo un conjunto de historiadores y analistas (con el rigor científico por bandera rojigualda) que justifican el golpe militar africanista debido a esta supuesta y mencionada radicalización. Resulta curioso contemplar cómo el revisionismo (en un sentido amplio y en cualquiera de sus variantes teóricas e ideológicas) ha penetrado en la mentalidad colectiva con instrumentos tan variados como eficaces. Desde la aceptación de que en los dos “bandos" enfrentados -como si la palabra “bando" no estuviera ya cargada de significado- hubo tropelías y crímenes comparables, hasta la idea extendida de forma transclasista y casi transideológica de que, en el fondo, la guerra de España (y por extensión cualquier guerra) es un triste suceso del pasado que es preferible olvidar, evitando remover las subterráneas turbulencias de épocas ajenas en beneficio de nuestra nueva y feliz realidad democrática construida, entre todos, con mucho esfuerzo. La comparación no es inocente. Si se destaca la crueldad de la guerra, la injusticia y las barbaridades cometidas por “ambos frentes", se está insinuando que cualquier ataque a la línea de flotación de la democracia de mercado puede terminar con una involución del tipo que sea. De hecho, es costumbre nacional -como el bar y las tapas que tanto regocijo provocan en los turistas- que muchas conversaciones o debates políticos, en momentos de crispación electoral o tensión social, terminen con una invocación del estilo: “esto recuerda al 36".

Sin pretender llevar a cabo una tipología del revisionismo y de sus formas más comunes (materia más amplia que este breve comentario) y descartando lo que podríamos llamar el pensamiento tradicional-conservador español y de la reacción, dentro del abanico del moderno revisionismo moral, existe una fuerte corriente alimentada por la socialdemocracia, en la cual se pueden reconocer propuestas interpretativas de carácter mediático que atraviesan a la historia pasada y reciente con el fin de instruir deleitando a las jóvenes generaciones al tiempo que se reconstruye -de paso- la historia real. Sin pretender hacer un listado exhaustivo (se podría hacer), en esta línea pueden situarse fenómenos de apariencia dispar (aunque en el fondo responden a la misma lógica interna) como son la novela Soldados de Salamina (con una interpretación sui generis de los hechos y de las motivaciones) y la serie de TVE Cuéntame. Cuando se enarbola la bandera tricolor de la memoria (histórica) en lugar de hablar de la memoria de lucha de un pueblo, cuando se califica de histórico lo sucedido -apartándolo del presente- se está produciendo ya un fenómeno de alteración consciente del proceso en beneficio de un definitivo corte epistemológico: un ejercicio de manipulación. Como dice Vidal-Beneyto “el sepultamiento de la memoria política durante la transición, que se tradujo en una primera fase en una banalización de la dictadura, se ha transformado en una naturalización histórica del franquismo. El régimen del general Franco, se afirma, es un período más en la historia de España, un sistema autoritario necesario para poner fin al caos de la República, salvarnos del comunismo, modernizar el país, incorporarnos a Europa y proporcionarnos un rey demócrata.". Aunque la cita sea larga, la explicación que en ella se ofrece no deja lugar a dudas. Recordaba Bonaparte que una cabeza sin memoria era como una fortaleza sin guarnición. España es una cabeza sin memoria, o por mejor decir, un rabo de lagartija. Un pollo alocado al que le han cortado de un tajo, cimitarra africanista, la cabeza.

Si este proceso de desnaturalización ideológica del pasado reciente avanza, la construcción de una alternativa crítica será sólo una ilusión de café. Si la izquierda heredera de Octubre no consigue frenar el empuje de las huestes del pensamiento correcto -inclúyase aquí quizá por ignorancia, quizá por oportunismo, una parte sustancial de Izquierda Unida- en su desenfrenado camino hacia la asepsia histórica asistiremos, en un breve período de tiempo, a la pérdida total de la conciencia de sí de un pueblo. Por miedo e interés, por su natural deseo de situarse en la equidistancia de la componenda, con el fin de preservar los pactos con las fuerzas del franquismo aperturista -hoy llamada tecnocracia liberal-, la socialdemocracia escribe su pulcra historia a golpe de mentira y disfraz de raso. Bajo el manto de Soldados de Salamina y de Cuéntame, se esconde la otra historia de los perdedores. Esa historia que ninguna fuerza política mayoritaria tiene interés en contar.

María Toledano

Memoria Histórica y contrapoder

Memoria Histórica y contrapoder Si hay un elemento diferencial, en lo que se refiere a la Memoria Histórica de la lucha antifascista, respecto al resto de Europa, es que, en España, se perdió la guerra contra el fascismo. En los países europeos, los estados, una vez terminada la II Guerra Mundial, pusieron manos a la obra e iniciaron un proceso inmediato de reconocimiento a las victimas, localización de desaparecidos, resarcimientos morales y económicos y persecución de aquellos que habían cometido crímenes contra la humanidad. El estado franquista hizo lo propio; reconoció, a lo largo de los casi cuarenta años que duró, a las víctimas del llamado “terror rojo",localizó a los desaparecidos de su propio bando, los resarció moralmente, con creces, mediante homenajes constantes y monumentos; proporcionó todo tipo de pensiones y privilegios a las familias, y persiguió sin descanso a todos sus opositores políticos. Sin embargo, los leales a la II República, las personas de diferentes ideologías que defendieron la legalidad republicana, el sistema democrático y de libertades de que se había dotado el pueblo español a partir del 14 de abril de 1931, nunca tuvieron oportunidad de ser reconocidos y resarcidos y, los criminales que les encarcelaron, torturaron y asesinaron nunca fueron perseguidos.

Durante el periodo de transición, la correlación de fuerzas existentes facilitó el olvido y la impunidad. La Ley de Amnistía de 1977, se transformó en una “ley de punto y final" que, transcurridos los años, se ha mostrado como barrera para impedir el paso hacía una democracia avanzada, toda vez que vulnera todos los acuerdos internacionales respecto a la defensa de los Derechos Humanos, y ha corrompido nuestra sistema de valores, que se encuentra asentado sobre la impunidad de los crímenes franquistas.

La generación que en estos momentos estamos llegando a la madurez, no nos sentimos identificados con los valores de la “Transición". Lo vemos como un periodo intermedio, como algo provisional con lo que hay que terminar de una vez. La Ley de Amnistía de 1977 sirvió para generar, entre el bloque franquista, las contradicciones necesarias que abriesen el paso a negociar la absorción de la oposición democrática en un estado neofranquista, para dotarlo de una imagen de democracia moderna y, al mismo tiempo, legitimaba el control del poder real del estado por parte de las oligarquías españolas, que habían usado el franquismo para mantener su dominio. Con esta Ley de “punto y final" se ponían las bases para que las clases dominantes usasen la democracia de la misma forma que habían usado el franquismo para mantener sus privilegios de clase.

En estos momentos, somos ya muchos los que consideramos que ha llegado la hora de la “ruptura democrática" que no se produjo en aquellos años. La Ley de Amnistía de 1977, y toda la legislación posterior que se apoyó en la misma, están impidiendo, en la actualidad, le evolución hacía una democracia avanzada. En nuestro horizonte se encuentra una sociedad defensora de los Derechos Humanos y dispuesta a luchar contra la Impunidad de aquellos que los vulneran, la República como marco de una democracia participativa y real, tanto en lo económico, como en lo político y cultural, y una sociedad civil fuertemente organizada, impregnada ideológicamente de estos valores, constituida como contrapoder frente a los grandes poderes económicos, políticos y militares que, capitaneados por el imperialismo norteamericano y sus cómplices de la Comunidad Europea, controlan este mundo globalizado.

Lo que se ha dado en llamar “Recuperación de la Memoria Histórica" en nuestro País tiene esta función (entre otras): la de poner en evidencia la impunidad del franquismo, que no es otra cosa que poner de relieve como la represión y el asesinato de miles de militantes sociales, sindicales y políticos ha servido de base para mantener unos privilegios de clase, tanto durante el franquismo como después de la muerte del dictador. Pero también, situando los hechos en el contexto histórico actual, en un mundo globalizado, explicar que lo ocurrido en España sirvió de modelo para derrotar las causas populares por conseguir mejores condiciones de vida, en muchas partes del mundo. El paralelismo existente entre lo ocurrido en España y cualquier otro país en el que, en un momento determinado, los pueblos, constituidos en contrapoder, amenazaban con conquistar el poder del estado y, con ello, acabar con los privilegios de las clases dominantes, éstas han usado los mismos métodos coercitivos para impedirlo. Lo ocurrido en Chile, Argentina, Guatemala y un largo etcétera son una copia de lo ocurrido en España.

Nos parece bien que el Estado Español persiga los crímenes contra la humanidad, en cualquier parte del mundo pero, al mismo tiempo, nos repugna la doble moral de la que hace gala al cerrar los ojos ante lo que ha ocurrido en nuestro País. Creemos que esta doble moral está asentada sobre el mantenimiento de los privilegios de clase de los grandes poderes económicos, las oligarquías españolas y, sobre todo la defensa de la Corona, que participó activamente en el régimen de terror impuesto por el franquismo, que es heredera de todos sus valores y, al mismo tiempo, piedra fundamental sobre la que se sustenta toda la estructura de poder en nuestro País. Hay que recordar que cuando el Dictador caía enfermo, el entonces príncipe, Juan Carlos de Borbón, asumía las funciones de Jefe del Estado, sin olvidar el apoyo económico y político de Alfonso XIII a los militares golpistas, o el ofrecimiento de Juan de Borbón para combatir como voluntario en el ejército franquista.

Estamos convencidos que la Casa Real Española se encuentra detrás de todo impedimento para perseguir la impunidad del régimen franquista en nuestro País, que gran parte de la Magistratura participó de aquel régimen y está controlada por muchas de las fuerzas que lo mantuvieron vivo, que ocurre lo mismo con una buena parte del ejército y las fuerzas de orden público, así como con las altas jerarquías de la Iglesia Católica y, por supuesto, con los grandes poderes económicos y financieros. No hay más que ver como muchos de los archivos de la represión están secuestrados por el Ejército, la Policía, la Guardia Civil y el Poder Judicial que actúan, respecto a este tema, como si fuesen entidades privadas a las que no afectan las leyes, ni los acuerdos parlamentarios. Las fuerzas democráticas siguen viviendo con miedo esta situación, y si se vive con miedo es que el régimen franquista ha perdurado en el tiempo, a pesar de la aparente democracia. De ahí viene la gran contradicción en la que estamos inmersos, en la cual se persigue tenazmente la vulneración de los Derechos Humanos en cualquier parte del mundo, pero se mira hacía otro lado cuando se ponen en evidencia los crímenes urdidos por el franquismo en nuestro País. Sino, como podemos entender que el PSOE plantease una Proposición no de Ley para anular los consejos de guerra del franquismo, durante la legislatura anterior, en la que el PP (partido ideológicamente heredero del franquismo) tenía mayoría absoluta y, en esto momentos, en que cuenta con la mayoría parlamentaria suficiente par hacerlo, se niega a aprobarlo ante una solicitud similar. Vivimos una democracia de miedo e impunidad. La recuperación de la Memoria Histórica está luchando contra ambas cosas, pero está haciendo mucho más como pasaremos a contar a continuación.

Como decíamos al principio, los hechos diferenciales respecto al resto de Europa, marcan también la iniciativa de quienes están impulsando la recuperación de la Memoria Histórica. Mientras que en Europa fueron los estados los impulsores, en España, debido a la situación explicada, no es el Estado el que está asumiendo la función de recuperar la Memoria Histórica (al ser heredero del estado franquista), sino la sociedad civil que, poco a poco, trabajando con voluntad, sin apenas medios, atacada en numerosas ocasiones, coaccionada y, en algunos casos, amenazada, está obligando a muchas instituciones a involucrarse, generando con ello la destrucción del franquismo ideológico que subyace en la sociedad española y, sobre todo, en muchas de las estructuras del Estado. Por eso, frente a la Memoria Histórica pasiva que se ha desarrollado en Europa, institucionalizada desde el comienzo, asentada a lo largo de los años, en España se está desarrollando una Memoria Histórica activa, asentada en un movimiento popular que crece por días, articulada alrededor de un cada vez mayor número de organizaciones que van viendo como su labor está obligando a las instituciones a asumir muchas de las reivindicaciones que van surgiendo y tener que apoyar la tarea que han emprendido. El reto está en que la actividad desarrollada esté impregnada de valores e ideas contrarias al “pensamiento único" neoliberal, hegemónico, hoy en día, en nuestra sociedad.

A menudo, se dice que como hay miles de desaparecidos en fosas comunes, que es imposible realizar la tarea por parte de las asociaciones, que se van a tardar miles de años en hacerlo, que hay que conseguir que sea el Estado el que asuma toda la responsabilidad, etc, etc, etc… Sin embargo, algunos estamos convencidos que la tarea debe desarrollarse por todos. Foro por la Memoria, no tiene como objetivo que el Estado asuma la tarea de recuperar las fosas, sino recuperar ideas y valores allá donde realiza una actuación (sea una excavación, unas jornadas o cualquier otra actividad). Si se deja la exclusividad en manos del estado, no estaremos recuperando la Memoria Histórica. Si deseamos articular fuertemente a la sociedad civil alrededor de valores contrarios a los actualmente hegemónicos del neoliberalismo y dejamos en manos de las instituciones el trabajo, no estaremos combatiendo su hegemonía cultural, sino transformando la tarea en una actividad administrativa, científica o privada, es decir, estaremos apuntalando la hegemonía cultural de la ideología dominante en la actualidad. Basta con ver como se están realizando las actuaciones en Euzkadi o la recientemente penosa actuación de la Generalitat en Catalunya. En el primer caso, el gobierno de Euzkadi firma un acuerdo con una sociedad de ciencias, transformando las excavaciones en una actividad científica sin ninguna incidencia en la vida política y social. En el segundo, en Catalunya, todavía es peor ya que la Generalitat, después de realizar una excavación a escondidas, con un equipo científico, con ánimo de elaborar un protocolo, sale diciendo que no va a realizar más excavaciones porque crea problemas sociales. Se excavan fosas sin participación de la sociedad civil, de forma totalmente aséptica, por lo que, al final, no se recuperan valores, pensamientos, e ideas de los republicanos asesinados, sino sus restos mortales con “nocturnidad" para no levantar “ampollas".

Las excavaciones deben realizarlas las organizaciones de recuperación de la Memoria Histórica, con la participación de las familias, la sociedad civil organizada (asociaciones de las zonas en las que se trabaje), los partidos políticos democráticos, los sindicatos, etcétera y el apoyo de las instituciones, cuya obligación es aportar los recursos económicos necesarios.

Es lógico que una asociación de familiares de un tratamiento ideológico aséptico al tema, ya que sus objetivos son los de devolver los restos a los familiares y que, por tanto, su objetivo sea el de obligar al Estado a que solucione el problema, pero una organización impregnada de valores de la izquierda transformadora no puede tener como objetivo lo mismo.

Foro por la Memoria, en su “Protocolo de Excavaciones" enumera sus objetivos:

-Respeto al contexto cultural, histórico, político y religioso.

-Localización de las víctimas.

-Identificación, documentación e interpretación de los restos.

-Recuperación y exhumación.

-Devolución y asistencia psicológica a los familiares

-Reparación y reconocimiento histórico.

-Divulgación de los resultados.

-Judicialización de las actuaciones.

-Implicación de las instituciones.

-Implicación de los militantes y vecinos de la zona.

El conjunto de objetivos da respuestas a todos los aspectos que concurren en la Memoria Histórica. En ellos se ve la interrelación de especialistas, la necesidad de los equipos multidisciplinares, la implicación institucional, la política y la social. Con ellos estamos sumando familiares, historiadores, documentalistas, arqueólogos, antropólogos, psicólogos, abogados, instituciones, militantes y sociedad civil. Se produce en cada excavación una construcción social que realiza una actividad que nada tiene que ver con los valores del mercado.

Nuestro objetivo es transformar la sociedad, construir el “bloque histórico" para ganar la hegemonía cultural e ideológica frente a los valores culturales del“pensamiento único" neoliberal. Para ello debemos dar dirección política al movimiento. ¿Pero, qué significa dar dirección política? Dar dirección política significa, por un lado, aportar ideología, por otro, aportar cuadros capaces de coordinar las actuaciones. A primera vista parece sencillo, pero reviste de una gran complejidad.

Cuando hablamos de aportar ideología, significa entender la pluralidad ideológica de las personas que participan en la actividad y encontrar los planteamientos ideológicos y valores que puedan unirlas. Se debe intentar dar cohesión al grupo de trabajo alrededor del antifascismo, a continuación, hacer hincapié en el sentido de actividad cultural alternativa y buscar elementos que compartir todo durante el periodo que dure la excavación. Ésta debe girar sobre tres ejes: el pueblo, los especialistas y los militantes. La integración de unos con otros, alrededor de símbolos políticos unitarios y claros (la bandera tricolor es esencial), de actividades paralelas (homenajes, lugares de encuentro, etc) y de trabajo común, provoca cambios positivos en lo personal y en lo colectivo, e impregna a todos los que participan de valores distintos a los hegemónicos. La dirección política de una excavación debe compartir todas las vivencias del equipo, en todos los sentidos, si desea que se de un estallido de sentimientos, conocimientos y política durante el proceso de la excavación. No debe imponer sus criterios, sino crear las condiciones y aportar los elementos necesarios para que ese estallido se dé. Cuando esto es así, la Memoria Histórica se transforma en un elemento de construcción de sociedad civil organizada alrededor de valores culturales e ideológicos basados en la Solidaridad, la Justicia Social, la Libertad y la Generosidad más absoluta y, por tanto, se convierte en elemento fundamental para la construcción de lo que llamamos contrapoder.

José Mª Pedreño

Leganés 26 de julio de 2004.

Feo y grande, miope y sentimental

Feo y grande, miope y sentimental La controvertida personalidad de Azaña conquistó alabanzas e insultos. Así, Unamuno escribió de él, en abril del 31: “Es un escritor sin lectores. Sería capaz de hacer la revolución para que le leyeran”. Claro que Azaña tampoco se quedaba atrás: “Ayer en el Ateneo pronunció Unamuno su anunciada conferencia... ha sido lastimosa. Una estupidez o una mala acción”. Su opinión sobre los poetas tampoco era mejor, hasta que J. J. Domenchina se convirtió en su secretario y le hizo cambiar de idea. Y escribió:“Resulta que los poetas cuando se ponen a trabajar, también trabajan”. En su Dietario, Josep Pla anota el 14 de octubre de 1931: “Azaña me ha recordado a menudo a un cirujano chino implacable y glacial manejando el bisturí con aire suave y delicado. [...] A mi entender , en un país constituido y en circunstancias normales, habría sido una figura política de primer orden. En las actuales circunstancias, difícilmente su capacidad va a encontrar oportunidades para manifestarse. Lo más probable es que quede como un gran estadista... fracasado. Es lo mismo que les ha ocurrido a la inmensa mayoría de los estadistas importantes del país”. Por su parte, Francisco Umbral lo describe así: “Azaña, feo y grande, miope y antipático, lleva dentro un dandy madrileño que luego se afinaría en París, entre putas y libros, hasta llegar a la displicencia desplanchada de los grandes indiferentes, que son los grandes apasionados [...]. Es el que se queda plantado entre la política y la literatura; en Azaña, el verbo se hace carne republicana y habita entre nosotros”.

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“Ola de sangre, ola de estupidez”

El 25 de abril de 1939, Azaña le explicaba a Esplá su negativa asuscribir el manifiesto de una Asociación Republicana de amigos de Francia:
“…esa Asociación está dividida en tres secciones, española, catalana y vasca, y sus respectivos presidentes (Companys presidente de Cataluña, Aguirre, Presidente de Euskadi) firman con esa calidad. En este texto del mensaje se habla de españoles, catalanes y vascos etc..., y aunque no tuviera otras razones (que las tengo), para abstenerme, me bastaría esa división inadmisible para negarme a firmar. Si catalanes y vascos quieren continuar en la emigración los costosísimos dislates que han cometido durante la guerra, allá ellos; si piensan recobrar la República, y la posibilidad de hacer la burra nuevamente, sobre la base de las nacionalidades y dels pobles iberiques están lucidos”. Manuel AZAÑA

La guerra civil, insurrección contra la inteligencia:

“Todas las informaciones que recojo prueban que sin haberse retirado la ola de sangre, ya se abate sobre España la ola de la estupidez en que se traduce el pensamiento de sus salvadores. Por comparación, la CEDA era una asamblea de filósofos y poetas. El desastre para todo el país, debe ser aún mayor de lo que yo me imaginaba y temía. Para cubrirlo, unos pedantes esquizofrénicos se encaraman sobre las ruinas acumuladas por los militares, y vomitan palabras sin sentido. Quieren hacer un imperio ‘vertical y azul’. Todo lo ocurrido en España es una insurrección contra la inteligencia.” Manuel AZAÑA