El regreso de un héroe
El republicano Manuel Fernández Arias, que participó en la liberación de París, recibirá la medalla de plata de Asturias
Tres de la tarde. El avión procedente de París aterriza en Asturias. En él viaja Manuel Fernández Arias. Este hombre de 85 años, natural de Ibias, colaboró en la liberación de París del yugo nazi en la II Guerra Mundial. Era agosto de 1944. Sesenta años después de caer herido en la batalla de Normandía, Fernández Arias recibe los esperados y merecidos homenajes. El pasado 25 de agosto participó en los actos celebrados en París, en los que se descubrió una placa en honor a los republicanos españoles que lucharon contra el fascismo en Francia. Mañana recibirá la medalla de plata de Asturias. Ha tenido que pasar más de medio siglo para reconocer el esfuerzo de los exilados españoles. «Aunque sea tarde, cae bien», asegura con una sonrisa de satisfacción mientras toma un café solo en el aeropuerto, acompañado del consejero de Justicia, Seguridad Pública y Relaciones Exteriores, Francisco Javier García Valledor.
«Lo de París fue muy emocionante», explica. Pero la medalla de Asturias le satisface especialmente. «Asturias para mí siempre fue sagrado, puro. Yo no me contentaba con decir que era español. Yo decía que era asturiano. Incluso en esos momentos en los que no era bueno decir que se era de aquí», recuerda. Desde entonces, vive en la Bretaña francesa, una tierra con muchas vinculaciones con Asturias. Allí se casó con Paulette y todavía allí viven juntos. Pero una enfermedad impidió a su mujer viajar hasta Asturias para asistir al homenaje. Sin embargo, y pese a los años, sigue sintiéndose asturiano. En su conversación se mezclan giros lingüísticos asturianos con un casi imperceptible, pero inevitable, acento francés.
Manuel Fernández Arias luchó con su padre en la guerra civil española en defensa de la legalidad republicana. Fue apresado y pasó varios meses en la cárcel de Gijón y en el campo de concentración de San Marcos, en León. Consiguió escapar a Francia, donde se alistó en la Legión Extranjera. Pero la rendición del mariscal Petain ante Hitler le llevó a Túnez. Allí conoció al general Leclerc, que reunió a un grupo de hombres a los que entrenó en Marruecos para entrar en el más duro de los combates. Muchos eran los españoles que lucharon en esa División. Hoy sólo quedan vivos dos: Fernández Arias y un catalán, Luis Royo. «Éramos de los más jóvenes de la compañía. Ahora somos buenos amigos», asegura mientras recuerda la amistad que, entonces, les unió a todos. «Éramos una gran hermandad. Ya sabes, todos por uno y uno por todos. Nunca vi una discusión entre dos españoles, lo que no pasaba aquí en esos años. Allí estábamos todos por lo mismo, sin historias de política ni nada».
Este asturiano desembarcó en Normandía el 1 de agosto. «Con todos nuestros tanques. Eran los más modernos del momento y necesitábamos mucho espacio», explica. Fue uno de los momentos de la historia con mayúsculas.
Herido en combate
Pero, en plena batalla, la metralla de un proyectil alemán le alcanzó en el hombro. Resultó herido y sus compañeros le trasladaron hasta un vehículo sanitario para su traslado. «No estuve en la batalla final. Yo llegué a París en camilla cuando la ciudad ya estaba liberada. Pero recuerdo que todo era una fiesta. La calle estaba llena de gente». Lamenta no haber seguido entonces con la lucha, «porque nuestra intención era seguir por los Pirineos para liberar España también. Pero no pudimos. Una lástima».
Con un permiso especial de París, Manuel Fernández Arias volvió a Asturias en 1957. «Me dio pena encontrar el país como estaba». Siempre estuvo pendiente de lo que pasaba en su tierra. Desde Bretaña siguió con atención todos los acontecimientos que cambiaron España desde 1975. «Se ve con mucha satisfacción. Todo lo que sea ir a mejor es bueno, y este país iba a mejor». Ahora, en este 2004, para este ex combatiente, «España es lo mejor de Europa». Con el consejero de Justicia comenta la situación actual del país. «Ha sido como un flash. Ahora, por primera vez después de mucho tiempo, España ve definitivamente la luz», comenta satisfecho. «El presidente Zapatero tiene otras formas». Por desgracia, las guerras, muy distintas de las que se hacían antes, continúan. «Nunca aprobé la guerra. Porque no sólo son los soldados que luchan en el campo de batalla. Es toda la población civil, las familias que sufren con esto. Es terrible». Es la voz de la experiencia.
Érika VALLES
La Nueva España
Tres de la tarde. El avión procedente de París aterriza en Asturias. En él viaja Manuel Fernández Arias. Este hombre de 85 años, natural de Ibias, colaboró en la liberación de París del yugo nazi en la II Guerra Mundial. Era agosto de 1944. Sesenta años después de caer herido en la batalla de Normandía, Fernández Arias recibe los esperados y merecidos homenajes. El pasado 25 de agosto participó en los actos celebrados en París, en los que se descubrió una placa en honor a los republicanos españoles que lucharon contra el fascismo en Francia. Mañana recibirá la medalla de plata de Asturias. Ha tenido que pasar más de medio siglo para reconocer el esfuerzo de los exilados españoles. «Aunque sea tarde, cae bien», asegura con una sonrisa de satisfacción mientras toma un café solo en el aeropuerto, acompañado del consejero de Justicia, Seguridad Pública y Relaciones Exteriores, Francisco Javier García Valledor.
«Lo de París fue muy emocionante», explica. Pero la medalla de Asturias le satisface especialmente. «Asturias para mí siempre fue sagrado, puro. Yo no me contentaba con decir que era español. Yo decía que era asturiano. Incluso en esos momentos en los que no era bueno decir que se era de aquí», recuerda. Desde entonces, vive en la Bretaña francesa, una tierra con muchas vinculaciones con Asturias. Allí se casó con Paulette y todavía allí viven juntos. Pero una enfermedad impidió a su mujer viajar hasta Asturias para asistir al homenaje. Sin embargo, y pese a los años, sigue sintiéndose asturiano. En su conversación se mezclan giros lingüísticos asturianos con un casi imperceptible, pero inevitable, acento francés.
Manuel Fernández Arias luchó con su padre en la guerra civil española en defensa de la legalidad republicana. Fue apresado y pasó varios meses en la cárcel de Gijón y en el campo de concentración de San Marcos, en León. Consiguió escapar a Francia, donde se alistó en la Legión Extranjera. Pero la rendición del mariscal Petain ante Hitler le llevó a Túnez. Allí conoció al general Leclerc, que reunió a un grupo de hombres a los que entrenó en Marruecos para entrar en el más duro de los combates. Muchos eran los españoles que lucharon en esa División. Hoy sólo quedan vivos dos: Fernández Arias y un catalán, Luis Royo. «Éramos de los más jóvenes de la compañía. Ahora somos buenos amigos», asegura mientras recuerda la amistad que, entonces, les unió a todos. «Éramos una gran hermandad. Ya sabes, todos por uno y uno por todos. Nunca vi una discusión entre dos españoles, lo que no pasaba aquí en esos años. Allí estábamos todos por lo mismo, sin historias de política ni nada».
Este asturiano desembarcó en Normandía el 1 de agosto. «Con todos nuestros tanques. Eran los más modernos del momento y necesitábamos mucho espacio», explica. Fue uno de los momentos de la historia con mayúsculas.
Herido en combate
Pero, en plena batalla, la metralla de un proyectil alemán le alcanzó en el hombro. Resultó herido y sus compañeros le trasladaron hasta un vehículo sanitario para su traslado. «No estuve en la batalla final. Yo llegué a París en camilla cuando la ciudad ya estaba liberada. Pero recuerdo que todo era una fiesta. La calle estaba llena de gente». Lamenta no haber seguido entonces con la lucha, «porque nuestra intención era seguir por los Pirineos para liberar España también. Pero no pudimos. Una lástima».
Con un permiso especial de París, Manuel Fernández Arias volvió a Asturias en 1957. «Me dio pena encontrar el país como estaba». Siempre estuvo pendiente de lo que pasaba en su tierra. Desde Bretaña siguió con atención todos los acontecimientos que cambiaron España desde 1975. «Se ve con mucha satisfacción. Todo lo que sea ir a mejor es bueno, y este país iba a mejor». Ahora, en este 2004, para este ex combatiente, «España es lo mejor de Europa». Con el consejero de Justicia comenta la situación actual del país. «Ha sido como un flash. Ahora, por primera vez después de mucho tiempo, España ve definitivamente la luz», comenta satisfecho. «El presidente Zapatero tiene otras formas». Por desgracia, las guerras, muy distintas de las que se hacían antes, continúan. «Nunca aprobé la guerra. Porque no sólo son los soldados que luchan en el campo de batalla. Es toda la población civil, las familias que sufren con esto. Es terrible». Es la voz de la experiencia.
Érika VALLES
La Nueva España
0 comentarios