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MEMORIA HISTÓRICA

Inteligencia militar

Inteligencia militar La II República paró el golpe, y fue capaz de resistir durante tres años, gracias, precisamente, a la inteligencia militar de un brillante oficial de Estado Mayor, demócrata y republicano, Vicente Rojo, ...

No hace muchos días, el sobado chiste volvía a oírse en una de esas tertulias radiofónicas sin cuyas orientaciones y comentarios uno no sabe cómo el mundo había podido funcionar hasta aquí: «Hablar de inteligencia militar es una contradicción en los términos». El ingenioso tertuliano, poco antes o después, se jactaba de su republicanismo, para cerrar el círculo de su talante progresista comme il faut. Pero la proclama republicana, aunque él seguramente no lo supiera, dejaba un poco tocado el chiste anterior: si la II República aguantó más de dos meses el empuje de los militares fascistas sublevados, no fue desde luego por los tertulianos radiofónicos, que no existían, ni por los bocazas que aullaban consignas pero luego escurrían el bulto en el frente. La II República paró el golpe, y fue capaz de resistir durante tres años, gracias, precisamente, a la inteligencia militar de un brillante oficial de Estado Mayor, demócrata y republicano, Vicente Rojo, que organizó la hasta entonces caótica y precaria resistencia de las milicias populares y demostró una y otra vez un superior conocimiento estratégico frente a la ramplonería táctica de Franco y sus acólitos.

Aloysius, buen y recalcitrante monárquico, me afea este gesto de nostalgia republicana, y me pregunta qué demonios tiene que ver con la temática habitual de estos apuntes. Pero sí que viene a cuento. No hace mucho se hablaba de cómo atraer titulados superiores al ejército, para prestar servicios como militares de empleo y paliar la escasez de efectivos que padecen las Fuerzas Armadas. Ahora les cuesta incluso cubrir las plazas de sanidad, porque claro, no es lo mismo ir a pasar consulta en un hospital militar que a Afganistán con chaleco antibalas.

La relación entre Universidad y milicia está muy arraigada en otros países. Como es bien sabido, muchos de los que se alistan en el ejército estadounidense lo hacen por las suculentas becas que reciben, y que permiten a los hijos de familias pobres acceder al prohibitivo y clasista sistema universitario yanqui.

Pero al margen de estas tretas (basadas en una sociedad restrictiva del acceso a la educación superior que no deberíamos tratar de emular), resulta indudable que una mejor, más desprejuiciada y fluida relación iría en beneficio de ambas partes.

Al ejército le permitiría ampliar las capacidades de su personal. Para ello, claro, tendría que mejorar las condiciones y las perspectivas de futuro de los militares profesionales. La Universidad, por su parte, podría acceder a un campo de conocimiento, la ciencia militar, que normalmente ha despreciado la intelectualidad española, con resultados funestos, tanto en cuanto a la formación y el carácter de muchos militares como en cuanto a su rendimiento en lo que les compete. Ahí tiene Bono, creo, un reto más provechoso que jugar con medallas.

1 comentario

Floren Dimas -

Le felicito por su estupenda reflexión sobre V. Rojo.

Desde Lorca (Murcia)

Floren Dimas