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MEMORIA HISTÓRICA

La CNT de Sevilla, Recuperando Nuestra Memoria Histórica

La CNT de Sevilla, Recuperando Nuestra Memoria Histórica José Palacios Rojas es uno de los miembros de la CNT de Sevilla más veterano. Su modestia le impide hablar de sus realizaciones en el plano personal y de las dramáticas circunstancias en las que se ha desenvuelto su vida: miliciano en la revolución social, lucha en el frente de Madrid hasta la derrota, llegando en la retirada hasta el Puerto de Alicante, donde son capturados los últimos resistentes. Pasa a continuación al campo de concentración de Albatera, donde sufrirá con el resto de compañeros el hambre, penuria y enfermedades a que someten los fascistas a los vencidos. Varios años de prisión, lucha clandestina durante el franquismo, apoyo a la reconstrucción de la CNT, ha sido siempre un simple afiliado, un obrero manual del sindicato. Amante de las ideas libertarias, permanece fiel a su ideario. Hoy, cuando tanta gente se somete dócilmente a la autoridad esperando la caída de alguna migaja, nuestro compañero Piruli es un ejemplo de modestia, de dignidad y de entrega a una buena causa, la causa de la emancipación de la humanidad del yugo del salario, el Estado y la violencia.
Testimonio de José Palacios Rojas, el Piruli

Yo nací en 1914 en Coria del Río, provincia de Sevilla. Mis padres eran trabajadores, sus únicas propiedades eran sus brazos, y eso fue lo que me dieron a mí también. Desde muy pequeño fui a ayudarlos al campo, y como jornalero a los 9 años ya estaba afiliado a la CNT y a un grupo que llamábamos Juventudes Libertarias. En aquellos tiempos estábamos maduros muy pronto, y llevaba tiempo queriendo afiliarme al sindicato y cotizar, porque eso era muy importante para mí. También estaba deseando de que terminase el trabajo para ir, al caer la noche, al ateneo libertario que teníamos, a aprender e instruirme, porque la única escuela a la que podíamos ir era a la del sindicato. Lo poco o lo mucho que sé se lo debo a mi sindicato.

La escuela del sindicato

Allí aprendíamos a hablar. Un compañero tomaba uno de nuestros periódicos y leía una noticia. Luego entre todos los que estábamos allí, diez o veinte, comentábamos qué nos parecía, por turno. Otros grupos hacían lo mismo. De esa forma nos acostumbrábamos a tomar la palabra, que era algo a lo que nos animaban continuamente nuestros mayores, a que habláramos y diéramos siempre nuestra opinión, para que no nos quedásemos nunca sin decir lo que pensábamos. Eso era muy útil luego para estar en las asambleas.
También en la escuela aprendíamos cosas de ciencias, números, literatura... No había maestros que se pudieran llamar así. Las clases o las charlas, eso como tú quieras llamarlo, nos las daban nuestros compañeros mayores, que eran gente a la que queríamos muchísimo. Ellos a su vez habían aprendido de otros trabajadores. Pero lo que mejor recuerdo que aprendimos, y en ese sentido la escuela no estaba en el ateneo, sino en todo el sindicato, era a estar orgullosos de ser trabajadores. Venían de otros sindicatos de la CNT, los mineros por ejemplo, y nos explicaban su oficio, luego íbamos nosotros al de ellos y les explicábamos las tareas del campo. Aprendíamos la dignidad, y si algún compañero o compañera pasaba algo de miedo frente a un patrón, enseguida los demás le apoyábamos para que no se amedrentase, porque éramos trabajadores y creábamos la riqueza.

Asambleas

Entonces toda Coria estaba afiliada al sindicato, y una vez al mes alquilábamos el teatro para dar la asamblea. En el tablón de anuncios había un papel y allí apuntaba cada uno los temas que quería que se tratasen. Durante el mes todo el mundo hablaba en la calle y en las casas del orden del día y de las soluciones que se podían aportar para todos los problemas: de presos, del paro, de las bases de trabajo, de abusos de la patronal, de ir a un congreso... Así, cuando llegaba la asamblea, todos tenían una opinión y una idea que aportar. Entonces el comité abría la asamblea, leía el orden del día en una sala que estaba siempre abarrotada, y las 500 ó 600 personas que había allí sentadas o de pie, pedían la palabra y empezaban a hablar en orden. Hablaba mucha gente y no te puedo decir que hubiese nadie que se llevase siempre el gato al agua, porque ya te digo que allí todo el mundo tenía opinión, y no nos gustaban los líderes. Cualquier persona del comité era siempre sustituible por otra, como así pasó alguna vez, porque no nos daba miedo tomar responsabilidades.
Cuando había que hacer peticiones a la patronal, durante mucho tiempo antes la gente discutía lo que se iba a pedir en las asambleas, y los delegados del sindicato visitaban a los trabajadores que estaban lejos del pueblo para llevar a la asamblea sus reivindicaciones. Allí se hacían las plataformas de reivindicaciones.
Recuerdo una vez que el ayuntamiento cedió al sindicato la construcción de una carretera. La bolsa de parados la hizo la asamblea, y el reparto del trabajo también. Se hizo por orden para que todos trabajasen y nadie se viese beneficiado con más días. El que trabajaba unos días luego dejaba el turno a otro compañero.
Pero la bolsa también funcionaba por necesidad de la gente. Esto es muy curioso, lo que te voy a decir: Pan con aceite. Comíamos pan con aceite, arroz, bacalao de vez en cuando. La pringá era algo extraordinario. Yo siempre andaba con hambre y alpargatas. Ropa llevábamos la misma toda la vida hasta que la tela original desaparecía con tanto remiendo. Si la lavabas no tenías qué ponerte. Pero no nos peleábamos y lo compartíamos todo. Allí en la asamblea todos nos conocíamos, y aunque todos éramos pobres, los había que no tenían ni lo que te acabo de contar. Por eso te digo que la Bolsa de Trabajo también funcionaba según la necesidad, así los más necesitados pudieron trabajar más días.
Todo eso se discutió en asamblea, en pocas horas, y no hubo peleas. Fue la CNT, es decir, los trabajadores, los que hicimos totalmente aquella carretera. Ya sé que con la falta de unión que tienen hoy los trabajadores esto puede sonar a cuento de viejo, pero es totalmente cierto lo que te estoy diciendo. La asamblea era el sindicato, y el sindicato era el pueblo trabajador, hombres, mujeres, niños, viejos, sin líderes ni dirigentes, resolviendo sus problemas, dando a cada uno según sus necesidades, y recibiendo de cada uno lo que podía dar. Eso fue muy hermoso; eso es la anarquía y mientras vosotros lo recordéis, nadie lo podrá cambiar.

Acción Sindical

Nuestro sindicato era una organización temible para la patronal. Una vez que la asamblea acordaba lo que queríamos, y nos poníamos en marcha, era muy difícil detenernos, porque estábamos decididos a todo, a aguantar huelgas, a destruir máquinas y a lo que hiciera falta, hasta que los patronos aflojaran. Los patronos tenían mucha guasa. Querían modernizar España metiendo maquinaria en el campo. Que nos muriésemos de hambre no les importaba a los sabios y economistas. Pero no se esparaban la respuesta que les dimos. En muchos pueblos en época de siega, durante la República, las jornadas de trabajo eran de 4 horas, y no se consentía ni una máquina. Entiéndeme: nosotros no estábamos en contra de la máquina; veíamos bien que las comprasen y las usasen, siempre que contratasen el cupo de obreros acordado en la asamblea. En cuanto a las máquinas, estábamos convencidos de que serían nuestras en cuanto estallase la revolución.
Entonces eran muchos los riesgos por los apaleamientos de la guardia civil, pero cuando nos veían tan determinados y decididos, les imponíamos tanto respeto que terminaban por ceder, porque no nos podían meter en la cárcel, ni darnos palizas a todos. Nada de esto se hubiera podido hacer de no haber sido por la educación que nos dábamos los trabajadores en el sindicato, porque la lección que se aprendía era la de la solidaridad obrera. El que caía, sabía que nada le iba a faltar ni a él ni a los suyos, mientras en el pueblo hubiese algo para comer. Y cuando yo tenía miedo venía un compañero o una compañera a tirar de los demás.
Cuando ganábamos una huelga, el sindicato nombraba a un delegado en cada cuadrilla, que era el que tenía el reloj para saber la hora, velaba para que no se abusase de los obreros, y veía también para que no abusase ningún obrero, porque cuando los trabajadores daban su palabra, la cumplían.

Organización Sindical

Teníamos un secretario que era el que se encargaba de las relaciones con los demás sindicatos de la CNT, un tesorero, un contador, que cobraba las cuotas... Ninguno de los cargos del sindicato cobró nunca ningún sueldo, porque lo considerábamos inmoral, y no porque no hubiese dinero en el sindicato. Sólo se pagaban los viajes de los delegados que iban a los congresos o los plenos. Los miembros de los comités eran gente que se elegían en asamblea, o los designaban las distintas secciones en sus asambleas, la del campo, construcción, madera, aceituneras, marineros... Recibir un cargo era de mucha responsabilidad porque significaba que los demás confiaban en ti, y debías hacerte merecedor mientras durase tu mandato, que siempre estaba limitado en el tiempo a seis meses. Por los comités pasó mucha gente que ahora no te sé poner en pie sus nombres... José Franco, Pepe Osuna... Procurábamos que cambiasen cada seis meses y no estuviesen mucho tiempo.

Financiación

El sindicato vivía exclusivamente de las cuotas. Sólo de las cuotas. El tesorero ponía siempre en el tablón de anuncios, todos los meses, las entradas por cuotas y los gastos. Todos sabíamos lo que había. También ponía la lista de gente que se había olvidado de cotizar, y entonces decías, ¡caguenlamar! ¡si no he cotizado!, ¿pero cómo es posible? Todos cotizábamos porque era la única forma de que el sindicato sobreviviese. Pero además es que si un sindicato recibe dinero que no sea de sus afiliados, eso es malo. Muy malo. Por eso los sindicatos como UGT, CCOO o la CGT no son nada. Sus líderes traicionan a los trabajadores porque no son trabajadores, sino unos burócratas a sueldo del Estado o de las empresas.

Ideología

Yo estaba en la CNT porque me gustaba y no había personalismos, y lo mismo que yo mucha más gente. Había algunos que estaban afiliados porque CNT era el sindicato del pueblo, pero en Coria la inmensa mayoría éramos de CNT para cambiar el mundo, porque éramos anarquistas. Queríamos acabar con el capitalismo porque éramos los mejores, y la CNT era el mejor sindicato porque no queríamos líderes, dictaduras ni nuevos latigueros, que era lo que nos traían los socialistas y comunistas. La CNT era el sindicato de la libertad y la igualdad entre los trabajadores, y lo que decía en la asamblea el último que llegaba a ella, era tan tenido en cuenta como lo que decía el militante de más edad.
No creas que éramos fanáticos. En nuestra biblioteca había libros de todas las ideologías, y traíamos a dar conferencias a burgueses, a socialistas y a comunistas. O íbamos nosotros a sus actos. Esto nos daba tanta fuerza que hasta los mismos burgueses nos admiraban. don Blas Infante fue uno de ellos. Él iba mucho por Coria, y hablaba en el sindicato con nosotros. Nos decía que los obreros íbamos a ser los que íbamos a regenerar a Andalucía. De los burgueses y los patronos sabía que no podía esperar nada. Por eso me da tanta rabia cuando veo ahora que le dan homenajes a Don Blas Infante gente que están en el PP o en el PSOE, o los que se llaman andalucistas. ¡Pero si los suyos, los de su propia familia no lo podían ni ver! ¡Si fueron ellos los que le fusilaron!

Primero de Mayo.

El Primero de Mayo nos reuníamos todos en la plaza. El que fuera del Comité explicaba el significado de ese día, que era un día de lucha para conseguir la reducción de la jornada laboral, recordaba a los Mártires de Chicago y la huelga de jaimarker... Luego desde allí desfilábamos por el pueblo, por todas las calles. Había muy poco público porque todo el mundo, salvo los que no podían andar, estaban en la manifestación. Por eso había pocas pancartas o banderas ‹la roja y negra, la tierra para el que la trabaja‹. No esperábamos que nadie nos viera, ni queríamos salir en fotos en la prensa burguesa. Era nuestra manifestación y nuestro día, y después de andar por el pueblo, salíamos al campo mil o dos mil personas, no te sé decir. Íbamos en silencio, sin habernos puesto de acuerdo antes. Me acuerdo de que algunos llevábamos las herramientas del oficio. Mirábamos las tierras, los campos de labranza, las máquinas contra las que luchábamos porque eran de los patronos, los barcos, las industrias y todo lo que muy pronto iba a ser nuestro. Luego volvíamos al pueblo, la gente tomaba la palabra y seguíamos hablando. Costaba mucho trabajo volver a casa. Los patronos estaban impresionados, porque sabían que si no hacía algo pronto, sus privilegios tenían los días contados.

La prensa.

Nosotros no queríamos fotos en la prensa burguesa, porque teníamos la buena, la nuestra, que la leía todo el mundo. Allí estaban las noticias de verdad. La otra prensa no decía más que mentiras. Pero no nos daba pena, porque cuando queríamos denunciar algo podíamos hacerlo sin problemas en el CNT o en la Soli o en cualquiera de nuestros periódicos. Y no te creas que eran denuncias inútiles. Hacían mucho daño porque ser señalado por la prensa confederal daba muchos quebraderos de cabeza a los patronos o a las fuerzas de represión. Un patrón que abusara no encontraba fácilmente trabajadores. A la guardia civil, ni la mirábamos.

Amistad

No todo eran huelgas y manifestaciones. Éramos amigos y nos lo pasábamos muy bien. De forma sencilla éramos muy felices. Nos divertíamos, salíamos de excursión, hacíamos teatro, deporte, había compañeros que se preparaban para las Olimpiadas Populares... También charlábamos mucho. Entonces no había televisión y la gente estaba más en la calle. Si te querías distraer, o leías, o estabas con otros como tú. Por supuesto, el juego con dinero estaba desterrado, y beber vino era muy mal visto.

Fin

Cuando se sublevaron los fascistas, en el pueblo la CNT no permitió que se matara a nadie. Para prevenir que le fuera alguien a hacer daño, se le puso al cura una escolta de dos compañeros del sindicato, sin armas, porque no hacían falta. Poca revolución se pudo hacer porque el pueblo estuvo en nuestras manos muy pocos días, aunque teníamos miles de proyectos para hacer una cantidad de cosas. Ya te digo que no se tocó un pelo a nadie, porque no era nuestro pensamiento y nosotros queríamos hacer una comunidad donde todo el mundo tuviese sitio, pero todos iguales y libres.
Entonces, cuando entraron los fascistas en el pueblo, fusilaron a todo el comité y a decenas y decenas compañeros y compañeras. Otros fueron a presidio, y otros huyeron. Sólo de esa forma pudieron acabar con la CNT de Coria: asesinando a sus militantes y con el terror. Eso hubo que vivirlo, no se puede explicar. Al que abría la boca lo mataban. Lo mataban o iba a la cárcel por años y años, sin contar las torturas. Así los jóvenes que vinieron detrás de nosotros no pudieron coger el sindicato. Que se sepa que con nosotros acabaron por medio del asesinato, frío y cobarde, contra gente desarmada.

Para la actualidad

Antes de que acabes: yo quiero decirle a la juventud que no se desanime. Lo importante es que sepáis cómo se hace una asamblea, cómo se dice la opinión de cada uno, cómo funciona el sindicato. Nada puede cambiar si la gente joven no aprende a vivir colectivamente, si no crea sus escuelas, sus libros y sus periódicos, sin subvenciones ni asalariados. Me gustaría vivir otros diez o quince años para ver cómo mejora esto, y espero que para entonces seáis vosotros los jóvenes los que me contéis a mi cosas buenas, para que yo siga aprendiendo, igual que he hecho en mí sindicato desde 1923.
Salud y anarquía.

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José Palacios Rojas es uno de los miembros de la CNT de Sevilla más veterano. Su modestia le impide hablar de sus realizaciones en el plano personal y de las dramáticas circunstancias en las que se ha desenvuelto su vida: miliciano en la revolución social, lucha en el frente de Madrid hasta la derrota, llegando en la retirada hasta el Puerto de Alicante, donde son capturados los últimos resistentes. Pasa a continuación al campo de concentración de Albatera, donde sufrirá con el resto de compañeros el hambre, penuria y enfermedades a que someten los fascistas a los vencidos. Varios años de prisión, lucha clandestina durante el franquismo, apoyo a la reconstrucción de la CNT, ha sido siempre un simple afiliado, un obrero manual del sindicato. Amante de las ideas libertarias, permanece fiel a su ideario. Hoy, cuando tanta gente se somete dócilmente a la autoridad esperando la caída de alguna migaja, nuestro compañero Piruli es un ejemplo de modestia, de dignidad y de entrega a una buena causa, la causa de la emancipación de la humanidad del yugo del salario, el Estado y la violencia.

Este testimonio ha sido recogido por Fernando Ventura en su libro "Democracia y sindicalismo de Estado

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